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lunes, 20 de junio de 2022

Las Truculentas - El resurgir de los alados VII - Nos volvemos a ver

Sobre fondo negro, se ve en blanco el perfil de una mujer. Donde estaría su ojo, pone el título: El resurgir de los alados, y junto al título una daga. En la parte inferior izquierda se ve un martín pescador salpicando el agua. Justo debajo de la barbilla del perfil aparece el texto latapadelbaul.es y #LasTruculentas

 

 

(Este es un relato escrito entre varias personas. Cada una ha trabajado una parte diferente, con su propio estilo, pero todas han contribuido a que sea un gran relato. Se irá publicando cada día un relato y, a final de mes, se publicará el relato completo. Se puede seguir la serie de relatos aquí: Truculentas)


—Nos volvemos a ver.

No hizo falta que me diese la vuelta dejando de mirar por la ventana. Aquella plebeya había vuelto y yo tenía muchas preguntas.

—¿Qué haces en mi casa? —preguntó la mujer.

Me di cuenta de que su pelo y vestimentas eran distintas, mas no me intimidaron aquellas dos dagas que empuñaba ante mi.

—Me llamo Marian May, Heredera de la familia May, la venerada familia Guardiana —dije con mi frente bien alta hacia esos dos ojos que me analizaban con interés—. He venido a por algo que tú me quitaste y me pertenece.

—Y si no, ¿qué? —La plebeya se posicionó con las armas frente a su rostro en señal de defensa.

Yo no me quedé atrás y llevé mi mano derecha a mi brazo izquierdo. Desde el codo hasta el dedo índice, deslicé mi mano, generando una energía que transformó todo mi brazo en una espada. Ella no se inmutó.

—¿Eres zurda? —preguntó desafiante.

—Soy ambidiestra —contesté posicionando mi brazo derecho tras mi espalda.

Las dos, en aquella sala mugrienta que parecía de todo menos una casa, comenzamos un combate bastante igualado.

—Dame el broche y no te pasará nada —dije asestando mi arma contra su hombro.

Ella apretó los dientes. Le había hecho daño, pero no era suficiente. 

«Esta plebeya no sabe el poder que tiene el diamante. Tengo que arrebatárselo cuanto antes»

Los objetos de la estancia caían a nuestro paso, el choque del filo de nuestras armas se escuchaba cortando el aire.

—¡¿De verdad quieres esto?! —dijo alzando el broche. No me había dado cuenta de que lo llevaba sujeto a su brazalete y necesitaba saber que el diamante seguía dentro.

—Tu no sabes lo que hay dentro —Moví mi espada con todas mis fuerzas intentando en vano darle la estocada final.

A causa de esa acción, el broche salió volando por la sala ante nuestra mirada cansada. Nuestras frentes estaban perladas en sudor, pero nada de lo que había pasado en aquel lugar se comparaba a la batalla que se libraría a partir de ese mismo instante.

—¿Charlie?

Mi hermano se encontraba apoyado en el marco de la puerta. Ninguna nos habíamos percatado de su presencia, pero tanto ella como yo notamos algo extraño en él. 

Se agachó y recogió el broche. Yo sonreí pensando que me la devolvería, pero no fue así. Su acto me dejó perpleja. Lo abrió con fuerza y extrajo el diamante que me confiaron. 

—Charlie, no lo hagas —le imploré acercándome lentamente —. La maldición… 

Él me miró como nunca antes lo había hecho. Sus dedos no debían haber tocado el diamante. 



Este fragmento está escrito por Gloria Carrasco, miembro de #LasTruculentas.

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