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jueves, 5 de mayo de 2022

Historias desde el dolor - S.

Cuatro fotografías. Esquina superior izquierda, una pizarra blanca en la que aparece NO BULLY ZONE escrito con rotulador. En una esquina pone latapadelbaul.es Esquina superior derecha, una pizarra blanca en la que pone BULLIES ARE NOT WELCOME HERE escrito con rotulador. Esquina inferior izquierda, un niño en una esquina llorando, junto a un montón de libros, al que se le acerca otro niño para ver lo que le pasa. Esquina inferior derecha, una niña en un pupitre echada encima de sus libros, llorando, rodeada de un montón de niños y niñas que parecen estar gritándole cosas negativas.


Tengo microftalmía (uno de mis ojos no terminó de desarrollarse durante el embarazo, por lo tanto, es más pequeño y tiene menos visión). Una vez en primaria unas compañeras se rieron de mi ojo más pequeño a mis espaldas. Me enteré por una compañera.

    Así mismo tengo un hermano con discapacidad intelectual profunda, lo que significa que necesita el cuidado 24/7 de mis padres. Por lo tanto, estoy acostumbrada a resolver los problemas yo sola, además no ayuda que me cueste bastante abrirme a la gente, lo que hace que me cueste más contar mis problemas. Por eso no se lo conté a mi maestra.
    
    Por suerte, una compañera sí se lo contó. Nuestra tutora habló con toda la clase, incluso ella misma nombró un «defecto corporal suyo», tener la mandíbula más pequeña de lo común, que no se avergonzaba de ello y que en caso de tener la opción de operarse, la rechazaría. Las chicas en cuestión me pidieron disculpas y hasta aquí la cuestión.

    En la secundaria, recibí mensajes por WhatsApp de algunos compañeros de clase y de la promoción (éramos tres líneas) llamándome «ojo follado». Tenían mi número de móvil porque teníamos el grupo de WhatsApp de clase y el toda la promoción (las tres clases de primero de la ESO). 

    También un chico me llamó «ojo follado» (a mis espaldas). Me enteré porque me lo contaron. Le dije que le contase al otro chico que si tenía valor viniera y me lo dijera a la cara. No volvieron a decirme nada más al respecto.

    De pequeña me mareaba y vomitaba cuando viajaba en autobús, igual que les pasó a mis padres. Cuando fuimos de excursión a Cardona vomité (no me manché porque me dieron una bolsa de plástico) pero imitaron el gesto de vomitar, todo eso a mis espaldas. Me enteré porque me lo contaron unas compañeras. 

    Soy una persona muy tímida y me cuesta abrirme a la gente, al menos, hasta que no les tenga confianza. Por eso siempre me quedaba sola en los trabajos (no era un problema de notas, puesto que siempre he sido una buena estudiante). Era un problema de adaptación o de no sentirme incluida en la clase, tampoco mis compañeros hicieron el esfuerzo por hacerme sentir incluida. Si había un conflicto en clase, si yo estaba implicada nunca se ponía de mi lado. Y no paraban hasta que yo pidiera perdón. ¿Me pedían perdón ellos a mí por lo que me decían? No. Ellos podían decirme todo lo que quisieran, pero pobre de mí si respondía. El caso más extremo duró varias semanas, incluso el tutor tuvo que intervenir. Yo tuve que pedir perdón, ellos nunca me lo pidieron.

    Los profesores intentaban incluirme en la clase. Diciéndoles a mis compañeros que a veces podíamos hacer daño sin darnos cuenta (refiriéndose a mí). Ellos negándolo. Yo seguía quedándome sola con los trabajos. Si alguien tenía que ir conmigo, depende de la persona todo bien, depende de otros pues mostraban su descontento y al final lo tenía que hacer sola. Así hasta 4º de la ESO, vino una psicóloga a hablar conmigo, me hizo un test de inteligencia, me daba pautas para relacionarme con mis compañeros. No arreglamos nada.

    El psicopedagogo me derivó al SESMIC, él pensaba que yo tenía un trastorno del espectro autista y que de ahí venía mis problemas a la hora de relacionarme con los demás. Después de hacer varias pruebas, todas negativas, la conclusión fue que tenía timidez. El psicopedagogo de mi instituto se sorprendió cuando mi madre le dijo que las pruebas salieron negativas. Él estaba convencido de que yo tenía algo. Las sesiones en el SESMIC acabaron cuando yo tenía 18 años, lo cual fue más pronto que tarde.

    Debido al hecho de no sentirme incluida en clase, no tener un grupo de amigos estable, me planteen el suicidio. Lo que me hecho para atrás fue que hacerlo hubiera destrozado a mi madre. Y aunque parezca una chorrada, seguía un manga de forma semanal y el ver como continuaba y que aún estaba sin terminar me salvó la vida. A parte, de ver como querían cumplir sus sueños sin importarles el resto, me hizo querer seguir adelante, ya que yo quería ser escritora. También me sentí muy unida a mi madre por eso. Ella se convirtió en mi confidente y mi mejor amiga.

    Todo lo de sentirme excluida siguió en el bachiller. Aunque en ese momento ya tenía una amiga (teníamos gustos similares), algunas veces hacía los trabajos conmigo y otras con otros compañeros (ella también era tímida pero sí que se sentía incluida en la clase y los otros la incluían). Una de ellas me ignoraba porque no le caía bien (no sé por qué no le caía bien la verdad). Aunque nunca me sentí incluida del todo, tenía a esa amiga con quien compartía mis mismos gustos por la lectura, Sherlock Holmes, etc.

    Mi madre me dijo que después todo iría mejor. Y así fue, empecé la FP. Y me sentía incluida dentro de clase. Hice mi primer grupo de amigas. Dos. Pero también me llevaba bien con todos. Ya no quedaba excluida en los trabajos. Y así todo bien. 

    Hasta que empezó la pandemia y empezó el confinamiento. En verano volví a quedar con mis amigas. 

    Empezó el segundo curso. Había la norma de que las FP y el bachiller hiciera una semana presencial y otra virtual. Separaron el grupo por la mitad. 15 y 15. Me separaron de mis amigas. Se priorizo a los grupos del trabajo de fin de ciclo. No estaba pasando en un buen momento. Creía que me seleccionarían para las prácticas DUAL  (prácticas en las que se cobra un dinero). Pero muchas empresas se echaron para atrás con la pandemia. Encima me afectó no poder estar con mis amigas. 

    El grupo del trabajo de fin de ciclo, mis compañeras eran demasiado amigas. Lo que significa que cada un se ponía de parte de la otra. Había una que intentaba poner paz pero no lo conseguía, tampoco quería mancharse mucho. La otra venga a atacar, venga a atacar. Por WhatsApp. Nunca en la cara.

    Durante el primer trimestre, faltaron bastante. Una por problemas familiares y la otra porque hacía otros trabajos con ella y no tenía carné de coche para ir a clase. Así que tenía que esperar a que la otra fuera a recoger a los niños y después dejarlos con su madre e ir a clase (el horario era por la tarde). Tuvimos una alerta del profesorado porque faltaban mucho. Más o menos lo arreglamos. Yo avanzaba el trabajo. Pocos días para el plazo de la primera entrega. Quedamos en casa de una de ellas (la que es madre) y hacemos el trabajo. De un día para otro lo cambian todo. O casi todo. Sin avisar. Entregamos. A la madre le ponen una nota más baja porque es la que ha faltado más. La otra se enfada porque dice que yo es la que lo tendría que haber tenido más bajo. Que lo habían hecho todo ellas. Normal si borran todo lo que pongo y lo cambian. Seguimos, la segunda entrega bien. Ahí como no pudieron cambiar nada y faltaron mucho en clase, terminaron la parte que les tocaba sin cambiar nada. No hubo quejas de la nota. 

    La tercera entrega del trabajo también hubo quejas por WhatsApp porque una creía que yo merecía menos nota. 

    Con el trabajo teórico, bueno, nos daban dos horas en clase, las últimas del viernes. No había muchas ganas la verdad, se la pasaban hablando. Yo hacía algunas partes los fines de semana (pequeñas porque no me gusta avanzar mucho los trabajos sin consultar la otra parte). Bien, tenemos que hacer todo el trabajo a finales de junio. Me avisan de los cambios de mi parte en tiempo muy justo (media hora antes de la exposición). Exponemos. Hay una pregunta que hace la profesora del tribunal, que contesto yo. La contesto bien. Mis compañeras me felicitan por contestar bien la pregunta. Llegan las notas. Otra vez pelea en el grupo de WhatsApp por porque tengo la misma nota que ellas. Una intentando poner paz sin mucho éxito. La otra diciendo que esa nota la tenía gracias a ellas. Todo eso por el WhatsApp. Nunca nada a la cara. Entre esta presión por el miedo a que se metieran conmigo, no poder estar con mis amigos, a que en otro trabajo grupal yo lo tenia que hacer casi todo y no haber conseguido la plaza DUAL. Me hizo plantearme el suicidio otra vez. Me echó para atrás el disgusto a mi madre y la esperanza de la universidad todo mejor y sueño de ser escritora. Incluso pensé en no ir a mi graduación de la FP por miedo a encontrarme con esa compañera. Al final sí que fui pero ella no porque trabajaba.

    Ahora estoy en la universidad, estoy muy feliz. Me siento incluida en la clase, tengo mi grupo de amigos, no me quedo excluida en los trabajos (aunque ese temor aún sigue). Conservo varias amigas del ciclo.


Fdo: S.

 

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