Se llamaba María. Bueno, en realidad no se llamaba María, pero bastante le estropearon la vida como para que venga ahora a proclamar su nombre a los siete vientos. María iba a mi colegio y no era la chica más guapa de la clase, yo tampoco. Quizás por eso fui más cruel con ella de lo que jamás sería ahora. Me metía con ella como hacían los demás. Tenía miedo de que se metieran conmigo, y eso no justifica una mierda. Pero ayuda a que yo entienda una situación que ahora ni se me pasaría por la cabeza.
Hubo una vez, un viernes, que mi padre ayudó al hermano pequeño de María y ella se lo agradeció con una sonrisa. Ese día se me rompió el corazón. Cuando volvimos del fin de semana yo quería disculparme con María y ya no estaba. Se había ido del colegio, seguramente por el acoso que recibía por parte de todo el mundo, incluida yo.
En el instituto sufrí acoso de todo tipo: me amenazaron, insultaron, me pagaron, me lanzaron objetos a la cabeza (algunos me hicieron heridas) … Dejé de ir a clase porque estaba harta de sufrir día tras día y repetí curso por ello. Y, aun así, aunque eso fuera un castigo cósmico por haber tratado a María con insultos y falsas acusaciones, seguiría sin ser suficiente.
Nadie se merece ese sufrimiento.
Fdo: Anónimo
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