A mi pequeña guardiana del tiempo:
Otro día más has salido de casa contando los minutos que te quedan para volver. Otro día más que te has visto obligada a salir con esa gente que solo se ríe de ti, que ocultan sus verdaderas intenciones bajo una falsa sonrisa que hasta tú misma puedes leer que algo traman.
Vas a llorar, mi niña, lo vas a pasar muy mal. Ojalá poder estar ahí ahora contigo para decirte que todo va a ir bien, pero esa felicidad que tanto anhelas va a tardar en llegar. Y aun cuando llegue, seguirás asustada. Seguirás con miedo de que te vuelvan a rechazar, con miedo de que esas personas que hoy dicen quererte, en realidad sean una copia de las niñas que una vez te sonrieron para abrazarte y aprovechar para apuñalarte por la espalda.
Cada vez que pienso en ti, me asaltan cientos de recuerdos. No tengo que hablarte de cuando te agarraron entre dos para que un tercero te manchara de tinta la ropa, no tengo que recordarte las veces que salías corriendo de clase para llegar cuanto antes a casa y no pudieran así acorralarte, ni tengo que recordarte la vez que te atreviste a decirlo en voz alta y la profesora dijo, delante de toda la clase, que eso era algo sin importancia.
Hay muchos recuerdos y muy malos encerrados bajo llave y tan bien escondidos que hasta me cuesta encontrarlos cuando lo intento, pero que vuelven a salir a flote en ciertas conversaciones. Se me llenan los ojos de lágrimas y la rabia crece en mi pecho al descubrir que esas heridas cicatrizadas vuelven a abrirse y amenazan con sangrar.
Muchos dirán que te enfrentes, que esta situación te hace fuerte, pero ¿qué sabrán ellos? ¿Qué sabrán de ti? ¿Qué sabrán de esa que ha conseguido poner a las dos escuelas en tu contra? Y aunque no sean las dos, tú lo sientes así. ¿Quién te defiende? ¿De quién recibes el apoyo?, ¿de quién la fuerza para enfrentarte a esa bruja?
Estás sola, mi amor. Te han dejado sola.
Llenaría estas líneas de palabras malsonantes, rajaría el papel con el lápiz y gritaría hasta quedarme sin voz si con ello pudiera viajar a donde estás. A cuando estás.
Te sacaría de ahí y te abrazaría, te colmaría de besos y dejaría que llores contra mi pecho. Porque yo te entiendo, porque te duele y porque me duele.
Pero no hace falta que te hable de lo que estás pasando, no hace falta que rememoremos los que van a ser 10 de tus peores años.
No.
Ahora toca que nos limpiemos las lágrimas y nos sacudamos el polvo de los pantalones. Es hora de que corramos descalzas, gritemos y riamos hasta quedarnos sin voz. Porque ¿sabes qué? Que un día nos querrán por lo que somos, aunque tú no te lo creas. Ni desde cuando me lees ni desde cuando te escribo nos suena creíble, pero así es.
De cuando yo vengo, mi niña, las cosas han cambiado. Has crecido, me ha costado verlo, pero has crecido. Eres mayor, fuerte e inteligente, y si en diez años no han conseguido hundirte, tampoco lo harán ahora.
Así que ríe, grita y llora hasta quedarte sin lágrimas, pero nunca olvides que yo estoy aquí para lo que sea.
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