Fdo: Jeon Ji Hyung
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martes, 31 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Jeon Ji Hyung
sábado, 28 de mayo de 2022
El fuego de Terulia (Inventízate)
(Los relatos de Inventízate se cuelgan en bruto, tal y como fueron subidos a la web, sin revisar previamente. Más tarde serán objeto de Análisis y de reescritura, pero sois bienvenidos a opinar sobre el texto)
Restricciones
a. Tema central: un romance entre dos seres de planetas distintos (la Tierra no vale)..
b. Haz verosímil ese romance en al menos dos frases.
Grulp alzó tres de sus cincuenta y siete tentáculos, tiró de sendas palancas al mismo tiempo y la compuerta de la nave bajó con un suspiro, igualando la atmósfera interna con la externa. Sabía que el aire sería dulzón, pero no estaba preparado para aquello. Sus múltiples sensores identificaron decenas de sustancias químicas diferentes que, lejos del caos, conformaban una melodía que casi podía oír con su bulbo olfatorio central. Descendió despacio hacia la superficie de aquel mundo que tan bien conocía.
Y, sin embargo, solo hacía unos giros solares que lo había encontrado mientras estudiaba Terulia, una enana roja con tendencia a potentes estallidos. Uno de los planetas del sistema era diferente del resto. El análisis de su composición era muy extraño, cambiante. Durante casi veinte ciclos de luz estudió aquel punto del espacio. Cada vez estaba más convencido de que no era un planeta cualquiera. ¡Giraba en dirección contraria! Los otros cuerpos de aquel sistema lo hacían en un sentido y aquel mundo iba al revés.
Entonces, sucedió una catástrofe. Ante sus ojos, una llamarada de Terulia envolvió los tres planetas más cercanos, esterilizó su superficie con el fuego de las estrellas y avanzó hacia aquel cuarto cuerpo celestial ¡que se movió! Pareció expulsar algún tipo de chorro al espacio con potencia suficiente para esquivar la destrucción. Grulp cayó al suelo, sus 4.500 kilos tentaculosos enredados del susto.
Un ciclo de luz más tarde volvió a mirar, temeroso. Seguía allí, giraba y titilaba. Un parpadeo. Otro. Dos, tres, cinco, ocho, trece… Al rato se dio cuenta, ¡era una serie! ¡El planeta estaba vivo!
Primero fue el pesar por la previsible muerte de aquel maravilloso ser a manos de su estrella. Pero, ¿y si iba a salvarlo? Sus cinco corazones latieron desbocados, ¡podía ayudar!
Tardó otros diez ciclos en tener todo preparado para partir en su nave y poner los motores al máximo. Llegar hasta allí aún le llevaría un par de giros, pero la ansiedad y la espera hicieron crecer en él sentimientos incomprensibles que lo hacían temblar de expectación.
Al pisar el suelo, blando, orgánico, se abrió un orificio húmedo y cariñoso. Los aromas lo impulsaron a entrar y sus tentáculos encontraron donde acomodarse. El planeta lo acarició y sintió sus aromas extraños: olía a metal, a mar, a compasión y a esperanza. El enorme mundo se emocionó: había cruzado el universo solo para salvarlo de aquel infierno. Alrededor de los tentáculos el terreno tembló de alegría un instante. Entonces lo abrazó despacio amando a su salvador.
Grulp comprendió que lo quería con todos sus corazones y sus tentáculos y no podía concebir las once dimensiones sin aquel ser que lo rodeaba.
Lo amaba tanto que se disolvió en él y le dio, por fin, la energía que necesitaba para escapar de la trampa mortal de Terulia.
jueves, 26 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Anónimo
Se llamaba María. Bueno, en realidad no se llamaba María, pero bastante le estropearon la vida como para que venga ahora a proclamar su nombre a los siete vientos. María iba a mi colegio y no era la chica más guapa de la clase, yo tampoco. Quizás por eso fui más cruel con ella de lo que jamás sería ahora. Me metía con ella como hacían los demás. Tenía miedo de que se metieran conmigo, y eso no justifica una mierda. Pero ayuda a que yo entienda una situación que ahora ni se me pasaría por la cabeza.
Hubo una vez, un viernes, que mi padre ayudó al hermano pequeño de María y ella se lo agradeció con una sonrisa. Ese día se me rompió el corazón. Cuando volvimos del fin de semana yo quería disculparme con María y ya no estaba. Se había ido del colegio, seguramente por el acoso que recibía por parte de todo el mundo, incluida yo.
En el instituto sufrí acoso de todo tipo: me amenazaron, insultaron, me pagaron, me lanzaron objetos a la cabeza (algunos me hicieron heridas) … Dejé de ir a clase porque estaba harta de sufrir día tras día y repetí curso por ello. Y, aun así, aunque eso fuera un castigo cósmico por haber tratado a María con insultos y falsas acusaciones, seguiría sin ser suficiente.
Nadie se merece ese sufrimiento.
Fdo: Anónimo
martes, 24 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Daniel EC
Fdo: Daniel EC
lunes, 23 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Anónimo
sábado, 21 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Teresa Plaza - #LasTruculentas
Carta a mi yo de sexto de primaria:
No estás gorda. No eres una estropea-acontecimientos. No eres la segundona de nadie. No eres un marimacho con falda. No eres diminuta.
Eres lista, valiente, fuerte, ambiciosa, creativa, inconformista, luchadora y leal.
Sé que estás pasando por una época difícil. Sé que no tienes ganas de ir a clase porque todos los días sales llorando. Sé que siempre te empujan y dicen que te van a aplastar al pasar a tu lado. Sé que no solamente van a utilizar las palabras para herirte y que, incluso te empujarán por las escaleras provocando que te quedes inconsciente. Sé que cuando te levanten agarrándote por el cuello y te defiendas, te van a regañar a ti porque “las cosas no se solucionan así”. Sé que estás literalmente a un paso de tirarte por la ventana, pero también sé que no lo harás por ella. Porque sabes que si te suicidas tu madre no soportará ese dolor, y no quieres que pase por ello. En vez de dar el paso, vas a aprender a llorar y a sufrir en silencio hasta que no puedas más. Entonces, cuando decidas alzar la voz, hasta tu padre tomará cartas en el asunto y, al año siguiente, conocerás a nuevas personas a las que llamarás amigos.
Por desgracia, todas las palabras que te han repetido una y otra vez no van a desaparecer, y mucho menos de tu cabeza. Vas a tener inseguridades hasta que unas chicas te hagan Renacer y vuelvas a ser capaz de ponerte una camiseta de tirantes sin pensar en el qué dirán.
Vas a tener un novio que te quiere, te admira y te anima a ponerte vestidos porque estás guapísima con ellos. Nadie se va a meter contigo por seguir durmiendo con el peluche de tu infancia. Vas a aprender un idioma completamente diferente y, gracias a ello, conocerás a una de las personas más importantes de tu vida. Vas a viajar a sitios preciosos. Vas a tener unas perras y unas gatas preciosas que van a alegrarte la vida. Vas a tocar la guitarra y a cantar en directo dando varios conciertos. Vas a publicar un libro (tras otro) sin tener casi ni idea de hacerlo, y sin haber conocido en persona a tu compañera de aventuras. Vas a rodearte de personas que te quieren, te apoyan y se preocupan por ti.
En definitiva, sigue luchando porque la vida también te va a traer cosas por las que merezca la pena vivir.
PD: Mamá se va a sentir orgullosa de ti, aunque ya no esté.
Fdo: Teresa Plaza García
jueves, 19 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Eukarya Mitsuki
En segundo pasé yo sola a una clase donde apenas conocía a nadie. Intenté volver con el resto de mis antiguas amigas del colegio, pero no encajaba con ellas porque ya tenían su nuevo grupo. A la vez, esa antigua amiga seguía metiéndose conmigo cuando nos cruzábamos. Y también algunos compañeros empezaron a reírse de mí por estar sola y no hablar. Conseguí que una de mis antiguas amigas me aceptara con ella, pero antes de que acabara el curso decidió cortar la relación conmigo porque se sentía incómoda.
En tercero seguía sola, aguantando las burlas de mis compañeros y otros alumnos por ello. Lo que hice fue cerrarme más y poco a poco me empezó a dar igual que estuviera sola, el problema era que se seguían metiendo conmigo por ello. No era físico, más que gomitas o papel de envolver bocadillos, pero incluso lo hacían delante de los profesores y ellos ni se inmutaban. Para muchos profesores era una molestia y les caía mal, incluso me trataban mal y me decían cosas hirientes forzándome, en vez de intentar comprender por qué era así. Tal vez influyera también que las chicas que más se metían conmigo delante de los profesores resultaran ser sus favoritas, las típicas que hacen la pelota a los profesores. Las pocas veces que "me ayudaban" era un acto hipócrita solo para sentirse mejor y crearse una buena imagen, a la vez que luego hablaban mal de mí incluso cuando sabían que las podía escuchar. No puedo contar ni 4 personas que realmente me ayudaron y no se reían de mí, a las que estoy muy agradecida, pero no sabían muy bien qué hacer y para ese entonces yo ya me había cerrado del todo.
Pasé todo el instituto así, lo que me llevó a desarrollar ansiedad social, con la que sigo luchando incluso 10 años después. Llegué a normalizar que me trataran mal como forma de supervivencia de forma inconsciente. Sabía lo que era el bullying, pero no pensaba que eso era lo que me ocurría, ya que la imagen que tenía de ello era de una única persona que acosaba físicamente a otra todo el rato. En mis estudios superiores ya iba con miedo a clase, en un principio todos parecían amables y comprensivos, pero resultó que no era así. Empecé a ver pequeños comportamientos que había tenido que sufrir en el instituto y, el tener que aguantar tantos años, hizo que algo así me llegara a superar. Lo pasé horrible y no quería ir a clase, pese a que por fuera se viera como cosas sin importancia. Logré sacarme el título y hoy en día me niego a volver a una clase o grupo de gente.
Fdo: Eukarya Mitsuki
martes, 17 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - David
Buenas, me llamo David. Tengo actualmente 29 años. Dejé la eso a los 15 debido en gran parte al bullying, que llevaba sufriendo desde los 6-7 años. No hubo nunca motivos en concreto, podía ser por el físico, podía ser por mi apellido, o podía ser por ser pobre, o «friki».
Fue muy variado, desde simples insultos, risas por la espalda, robarme cosas, romperlas, pegarme, perseguirme por el centro o incluso por el pueblo, insultar a familiares, y mucho acoso hacia mi físico, dejándome secuelas con mi autoestima hasta día de hoy.
La peor vez fue cuando, en tercero de la eso, entre 2 clases me acorralaron en una esquina, con una mesa como «prisión» y me insultaban, escupían y pegaban bofetones. En ese momento creo que empecé a desarrollar mi TEI, así que en un ataque de rabia agarré la mesa, la aparté hacia ellos, la levanté y la tiré por los aires unos 2 o 3 metros. Casi le cae encima a una compañera que no hizo nada contra mi, aunque tampoco nada a favor mío. Me fui corriendo, hasta una maquina expendedora y me escondí en un lado, pero nadie me persiguió. Conté hasta 500 porqué una profesora me dijo que lo mejor que podía hacer era ignorarles y contar hasta 10, llegué a 500. Mi ira no bajaba, mi ansiedad tampoco. Así que empecé a pegarle puñetazos a la máquina expendedora hasta que rompí el teclado para pedir las bebidas. Me expulsaron a mí 3 días, a ellos no les pasó nada.
Mi padre les metió tal bronca que, obviamente, no me hicieron pagar la máquina expendedora.
Después de ese episodio me volví muy inestable y violento, pero seguía teniendo miedo a ir a clase.
No hay mucho más que contar, esto duró hasta que me fui del instituto. Los profesores no hicieron nada. Me culparon a mi por ser diferente. Y dijeron que mi temperamento era errático y eso les provocaba más. Normal llevaba 9 años de bullying constante.
Cuando volví a estudiar en otro centro, un compañero intentó meterse conmigo, así que le puse la cabeza contra la mesa y le dije que si me molestaba le partía el brazo. Al patio me vino a buscar y me explicó que a él le habían hecho mucho bullying y que quería mandar un mensaje a la clase, para que no le vacilasen. Nos hicimos muy buenos amigos y a día de hoy seguimos siendo amigos. Jugamos juntos a Rol a veces.
Fdo: David
sábado, 14 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Gloria Carrasco - #LasTruculentas
A mi yo de ayer:
Hola, pequeño cervatillo. No te asustes porque sepa que ahora mismo estás sentada en el bordillo de al lado de la salida del colegio esperando al abuelo, como todos los días. No lo esperes, no llegará. Hoy aparecerá nuestra madre con los brazos cruzados, la cabeza agachada y un cigarro en la mano derecha. Ella te va a mirar, pero no te dirá nada. Se dará la vuelta esperando que tú la sigas. En ese momento aprenderás que cada persona es un universo repleto de emociones y que tu solo eres una pequeña estrella pasando por su lado. Tranquila, yo te voy a contar aquí lo que debes hacer.
El primer paso que darás al entrar al instituto no será para nada firme, entrarás con miedo porque no sabrás qué te vas a encontrar. Mirarás hacia atrás esperando ver una cara conocida. La encontrarás, sí, en compañeros que antes estaban en anteriores años de escuela, pero ya no seréis niños: os van a tratar como adolescentes y, créeme, no sé qué es peor.
En ese momento ya habrás culminado tu etapa en el hospital, ya serás libre de camillas, electroencefalogramas y comida horrible. Siempre te quedará el recuerdo de aquella enfermera que al entrar en la habitación te saludaba con una sonrisa y un «Buenos días, chiqui, ¿cómo te encuentras hoy?».
Entrarás con un corsé para la espalda, y no un corsé de esos que se citan en las historias que lees, no, para nada. Es un corsé ortopédico. Tienes una escoliosis muy aguda, que derivará en una pequeña joroba de adulta, pero ese no será tu mayor problema. Lo que más te costará será enfrentarte al ser humano. Y serás fuerte, siempre te lo han dicho. Demasiado fuerte para su edad.
La primera amiga que conocerás allí y que será tu mejor amiga por unos trece años, quizá quince a la que verás como una persona débil que necesita mucha ayuda en la vida, pues ella será la que más daño te haga en el futuro, pero su historia aún no te la voy a contar. Se llamará Vanesa. También entablarás una buena amistad con varios chicos, hasta el punto de llevarte miradas de odio de chicas y que tu nunca entenderás por qué. También había un chico con Síndrome de Down al que le tendrás un cariño especial, ya que era y sigue siendo un ser muy dulce e inocente. Él pensará que todos eran sus amigos, pero se equivocará, ya que ellos le harán hacer cosas horribles. Una vez, lo verás con los pantalones bajados en medio del patio, los chavales estarán en corro a su alrededor burlándose de él y tú, como si nada te importara, te vas a chivar a los profesores. Te van a odiar, te tendrán en el punto de mira, pero no te va a importar, porque al inocente niño con Síndrome de Down, no le van a volver a hacer daño. Te lo van a hacer a tí.
En las clases de educación física te sentirás un estorbo, porque tienes que estar en una esquina ya que, por prescripción médica, no puedes hacer el mismo ejercicio que tus compañeros y te van a seguir mirando y odiando. Pero ellos no lo entienden y a ti te va a dar igual porque siempre te han dicho que eres demasiado fuerte.
En varias ocasiones se te acercarán por la espalda y te darán golpes en el corsé para que suene y así atraer más miradas curiosas. Pero tú vas a seguir callada, caminarás lento hacia el despacho del director y se lo vas a contar.
Van a traicionar tu confianza. En cuarto de secundaria conocerás a un chico que al parecer es hermano de un amigo de tu hermano mayor; se llamará Juan, ni siquiera lo mires, no te confíes. A las chicas les gustaba porque era un tipo guapo, pero a ti no te llenará para nada su chulería. Lo tolerarás porque a mí me trataba bien por tener ese lazo fraternal. Pero un día te pedirá el móvil porque necesitará hacer una llamada importante y se lo prestarás. No lo hagas, te vas a meter en un lío. Él acosará a una chica y se ganará tu confianza para usar tu móvil. Otra ocasión más para aprender que no debes fiarte de las personas.
Una vez tus compañeritos te seguirán a casa. Sí, te meterás en una pelea donde lo único que deberás hacer será lo que siempre haces, callarte. Pero no ir al despacho del director y hablar, tú lo harás, hablarás muchísimo. Tu estarás en la biblioteca buscando un libro que te atrape, esa será tu droga y no la de tus compañeros. Que trapichearán por las esquinas del edificio. Cuando tú los veas en la biblioteca, lo contarás, te esperarán a la salida y entre tres personas querrán pegarte, pero tú no te dejarás. Caminarás hasta casa, donde tu padre saldrá a defenderte. Al día siguiente, la policía se afincará en la puerta del instituto hasta que acabe el curso.
Ahora te contaré la historia que tendrás con Vanesa. Era una amistad curiosa, a su madre tú no le caerás bien y a tu madre, no le caerá bien ella. Pero tranquila, tú misma te darás cuenta más tarde.
Será una chica a la que verás demasiado buena o demasiado tonta, pero nunca, créeme, nunca, la verás sola. No tendrá en su vida ningún tipo de independencia y hoy.ç, en mi día a día, no sé muy bien cómo vivirá, y tampoco me alegro, pero la recuerdo muchas veces. Ella quedaba con chicos y tú la sacabas de líos. Luego te enterarás de que su madre le decía que tú tenías la culpa, que tú le habías presentado a esos chicos, que tú la obligabas a fumar. Créeme cervatillo, a esas edades, lo único que querrás es salir pronto del instituto. Pero callarás, no contarás nada porque no quieres tener problemas con nadie.
Vas a entender la importancia de escuchar las dos versiones de la historia. Tu primer amor, tendrás varios, pero el primero, tu único novio formal hasta la fecha, te hará sufrir, te maltratará mentalmente, no confiará en tí, te llamará a altas horas de la madrugada para saber que estás en casa y no de fiesta, te amenazará y te repetirá que cambiará, pero no lo hará. Dejará en ti un sentimiento de no desear sentir amor por nadie, te resultará muy complicado aceptar invitaciones de hombres, no te verás capaz de volver a tener relaciones. Sin embargo agradecerás haber estado con él, ya que muchos de los que creías tus amigos dejarán de hablarte porque no creyeron que un hombre tan bueno haría daño a una mujer. No tendrás pruebas físicas y pocas personas se darán cuenta de tu cambio de actitud. Tranquila, no los necesitas, tú brillarás más.
En esa época, acudirás a tu amiga Vanesa en repetidas ocasiones, para contar lo que te pasaba con él y sentirás que no te hacía mucho caso por estar pendiente de su novio Carlos. Cuando dejaste a tu novio, te sentiste muy sola y te cobijaste en tus amigos. Vanesa hacía meses que lo había dejado con Carlos y en ese momento andaba con otro chico, nunca me acordaré del nombre, pero lo llamaremos por su apellido, Minchón. La cosa entre ellos dos estaba torcida, Vanesa iba detrás de él y el pobre de Minchón, que por cierto, nunca te caerá bien, estará enamorado y dirá que ella era una muy buena niña. Por otro lado en este culebrón que te cuento, la madre de Vanesa y la hermana, la insistirán a ella en que deberá volver con Carlos, y este al mismo tiempo le calentará la cabeza a ella con volver. En este juego, estarás tú como la consejera de Vanesa ya que tú verás que ella no hacía lo que sentía e incluso te enfrentarás a sus padres para que la dejen decidir. A día de hoy aún no sabes si ella consiguió ser libre.
Para resumirte, Vanesa dejará a Minchón, volverá con Carlos, del que se quedará embarazada un mes después de dejarlo con Minchón y Nacho, tu mejor amigo de la infancia y con el que te reconciliarás con el tiempo, te dejará de hablar por culpa de los otros tres. Ya que, según Vanesa, a tí te gustará Carlos y en realidad era una argucia para estar con él. Sí, una excusa muy tonta, a mí me pareció ridícula en su momento, pero yo ya maduré y ahora te toca a tí.
Porque has aprendido que las personas son complicadas de narices y que una mentira puede extenderse demasiado, hasta parecer una broma.
Para terminar, un consejo, cervatillo. Cada vez que caigas, levanta. Porque te vas a caer muchas veces, vas a sentirte sola, vas a querer llorar. Pero siempre, vas a tener la frente bien alta. Tu vida la organizarás tú. Serás una mujer independiente, que ha estudiado lo que ha querido, que ha estado con quien ha querido y que ha opinado cuanto ha podido y no le ha importado quedarse sola para demostrar lo que valía.
Siempre te han dicho que eres muy fuerte para la edad que tienes, demuéstralo.
viernes, 13 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Vidad
jueves, 12 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Anónimo
Mi historia con el bullying empezó en 1°ESO. Yo siempre había sido un chico bastante introvertido y para mi mala suerte, mi facilidad para hacer amigos era nula. Ese año era todo nuevo y para mi mala suerte, me toco en una clase problemática. En total había siete repetidores, uno de ellos con 17 años. (No quiero decir que todos los que repitan curso sean malas personas, pero en este caso, no resultaron ser muy agradables).
Yo intenté juntarme con dos chicos que venían de mi mismo colegio, pues estar solo era peligroso, pero al final, estos dos amigos solían dejarme tirado en los peores momentos y uno de ellos incluso me pegaba. Recuerdo que para desfogar mi rabia destruí su foto en la orla del colegio con un punzón. El caso es que después de intentar aliarme con estas personas y ver que no era buena idea, me harté y me quede solo. El resto del curso, los repetidores se cebaron conmigo. Incitaciones para pelear, insinuaciones de sexo oral (dado que tenía el pelo largo), golpes por la espalda, zancadillas, puntadas con el compás... Para mi supuso tal infierno, que tuve que cambiar de centro, donde el bullying continuó, pero de forma más calmada. A día de hoy y escribiendo esto, me sorprende que una persona con 17 años fuera tan desagradable como para tomarla con un niño de 12 años. Lo peor de todo es que mi forma de ver la vida cambió desde ese punto y quizás por el camino equivocado.
Lo que hice para salir del bullying fue comprar unas pesas y comenzar a entrenar. Gané músculo y me convencí a mi mismo de que podía con todo, dando como resultado una persona poco social y agresiva. Si bien es cierto que mi comportamiento alejó a la gente más perversa, a día de hoy me avergüenzo de determinados comportamientos que tuve. No es que me convirtiese en un bully, pero mis reacciones a una simple broma escalaban rápido. Tarde mucho tiempo en darme cuenta de que ser agresivo no me ayudaba en nada y tuve la suerte de conseguir algunos amigos.
Pero la sola idea de que una experiencia así condiciones tanto mi forma de ser durante el resto de la adolescencia me da pena. Siempre dicen que una de las soluciones a este problema es plantarles cara, pero en mi caso, esto me convirtió en algo que no era y nunca hubiese querido ser. Desde luego me dio la confianza, pero la violencia no debe solucionarse con violencia, porque eso puede generar problemas en el futuro si no llega nadie para volver a cambiarte.
Fdo: Anónimo
martes, 10 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Alison Oropeza
De niña, asistí a una escuela para niños ricos. Tenía beca del 60%, pero encajaba y me llevaba muy bien con mis compañeros, hasta que cumplí 8 años y mi papá se fue. Siempre fui una niña con sobrepeso, pero por el abandono me empecé a dar atracones de Cheetos todos los días y empecé a subir más. Un día me sentaron con un niño de mi clase, llamémosle G. Él empezó a hacerme la vida imposible «por gorda». Se burlaba de mí por mi cuerpo, así como sus amigos. Le conté a mi mamá y la profesora intervino, pero sólo me hicieron «hacer las pases con G». Nos dimos la mano y quedamos que nos íbamos a llevar bien, pero pasaron tres años igual. A G, se le unió A, quien un día me gritó delante de mis primos en una fiesta de cumpleaños y cuando ellos le contaron a mi abuela, la culpa fue mía por no defenderme. Las agresiones pasaron de verbales a físicas, con jalones de cabello, golpes e insultos. Así estuvimos hasta finales de la primaria.
A punto de acabar sexto año, teníamos que tomar clases de secundaria (ya que la escuela iba desde el kinder hasta la prepa, de los 3 a los 18 años), y en la clase de español de secundaria, hicimos una actividad: empezar un cuento y pasarle el cuaderno al compañero de al lado para que lo continuara. Y cuando mi cuaderno llegó a mí, con la letra de G estaba escrito: «Alison es una gorda y una cerda».
Me sentí muy mal y terminé llorando cuando mi tío fue a recogerme. Él le dio la vuelta a la escuela y pasamos horas en lo que él reclamaba y amenazaba a G. Llegamos a casa y fue mi culpa por no saber defenderme. A partir del día siguiente, mis últimos días en esa escuela fueron un infierno. Las mamás de mis compañeros querían que me expulsaran y amenazaron a mi mamá, mi tío quería llevar a mis primos para que golpearan a G, mis compañeros me rechazaron y los profesores nunca intervinieron. Mi madre me incitaba a agredirlo y devolverle lo que me hizo. G nunca me volvió a dar la cara, pero por miedo y no por respeto. Nadie me preguntó nunca qué sentía. Han pasado casi 20 años y mi tío aún cree que debo agradecerle.
Se me terminó la beca y me tuvieron que meter a la secundaria pública de la colonia. Me tocó en el turno vespertino donde conocí a quienes actualmente son mi pareja y mi mejor amiga. Sin embargo, en primer año empecé a ver mi nombre en la pregunta de «¿Quién te cae mal?» de los chismógrafos que pasábamos entre nosotros. Me sentía muy mal porque no lo entendía, aunque no me hicieron bullying como tal. Sólo supe que les caía mal a mis compañeros porque, al venir de una escuela privada, yo llevaba el nivel académico de un estudiante de preparatoria. Estaba adelantada por tres años, ya lista para certificarme incluso en el inglés. Mis clases eran solamente un refuerzo y eso me señaló como la «apestada» del grupo a la que simplemente le pedían ayuda cuando no entendían. Una compañera me regaló una cartita acabando primer año, para agradecerme porque siempre le ayudaba a entender.
Pero pasando segundo año, me peleé con una amiga porque yo ya no quería juntarme con las santurronas insoportables como yo. No me gustaba ser así, ni sentir que mis compañeros eran inferiores. Eso derivó en uno de los peores años escolares de mi vida. En tercero, volvió el bullying por ser la gorda del grupo. Mis compañeros hacían cosas como ponerme un encendedor el trasero para ver si me tiraba un gas, pegarme chicles en el cabello, volvieron las agresiones físicas y empecé a recibir amenazas. Mis compañeras me empujaban y siempre me decían «Oye, Alison, dice N que te canta un tiro» (pelear a golpes en mexicano). Yo decía que no, pero entonces iban con ella y le decían «Oye, N dice Alison que te canta un tiro».
Lo peor de todo fue cuando mis compañeros empezaron a levantarse cuando yo me sentaba, como si rebotaran. Algunos hacían redoble de tambores. Ningún profesor los detuvo. Nunca se me va a olvidar cuando una amiga le puso la mano en las suyas a Alejandro para que dejara de hacerlo. Ese tipo de acciones hacen la diferencia.
Pensé que me había librado del bullying cuando entré a la prepa. Intenté hacerme más sociable y abierta y todo era perfecto, hasta que llegué a segundo de los tres años. Me juntaba con tres que fueron mis mejores amigas por mucho tiempo: R, M y F. R y M tenían ondas entre ellas, pero había cosas que me incomodaban porque yo era muy pudorosa. Cometí muchos errores y uno de ellos fue decirles que no me gustaba que se besaran frente a mí. Yo me refería a que me incomoda ver parejas besándose, me da asco sin importar la orientación sexual (me da el mismo asco una pareja hetero besándose, no sé por qué, todo me da asco en general). No lo supe expresar y ellas pensaron que yo era homofóbica. Mis compañeros se me pusieron en contra y me aislaron. Los profesores me dieron la espalda también, a excepción de uno que me preguntó si estaba bien porque se dio cuenta de que no lo estaba.
Los otros, en cambio, me dieron la espalda. Empecé a ver mi nombre escrito en los baños y las agresiones se dirigieron hacia mi orientación sexual. Me preguntaban cosas insistentemente como «¿Eres lesbiana?», una y otra vez. Si respondía que no, me llamaban «homofóbica». Si decía que sí, era «lencha homofóbica de closet». Sólo algunos amigos y mi pareja sabían que sólo fue un malentendido, pero nadie quiso escuchar. Un profe abiertamente gay también se creyó con el derecho de tratarme mal. Me aislaba del grupo y a mí no me permitía tener la cercanía que tenía con los demás.
Las agresiones continuaron a través de Facebook. Recibía amenazas de que tal día me iban a pegar, me escribían cosas horribles en mi muro y no importaba si me abría otras cuentas, siempre me encontraban y me agredían. Me amenazaban incluso en la escuela, diciendo que me iban a pegar. Empecé a saltarme clases porque no podía tolerar la ley del hielo, pero escuchaba a mis profesores decir «Ella ya no viene, ¿verdad?» en lugar de preguntar por qué. La orientadora me dio la espalda y cuando me encontraban escondida en la biblioteca, sólo me preguntaban qué estaba haciendo ahí.
Así pasé unos 3 meses, hasta que las amenazas se cumplieron. Sólo recuerdo que uno de los chicos que me amenazaban, que era mi amigo, me tenía sometida en la jardinera y él estaba encima de mí, con el puño levantado para soltarme un golpe en la cara. Una amiga le dijo «¡DÉJALA, ES UNA MUJER!», y nos separó. Nada volvió a ser igual para mí.
Dejé de ir a la escuela por el miedo. Mi pareja me defendió, pero también le amenazaron con golpearlo si me defendía. Y claro, fue muy injusto. Un hombre gay podía golpearme, pero a él nadie le podía tocar por ser gay. Y yo estaba desprotegida, tenía sólo 16 años. Mi pareja y mi mejor amiga intentaron ayudarme, porque estuve a punto de perder el año. Me costó recuperarme, pero lo logré.
Esa fue la última vez que sufrí bullying. Tenía 17 cuando acabé la prepa. Entré a la universidad y nadie nunca volvió a hacerme bullying. Sin embargo, la experiencia de la prepa fue la peor. Si las anteriores me provocaron un TCA por odiar mi cuerpo, la de la prepa me hizo desarrollar odio hacia mi orientación sexual, lo cual hizo más difícil reconocer que me gustan las mujeres.
Actualmente tengo 28 años y estoy en terapia. Yo sobreviví al bullying, pero me duele mucho saber que muchas personas no. Espero que mi experiencia le sirva a alguien. A mí me hubiera gustado saber que no era la única. Al menos, para dejar de sentir que el problema era yo.
Fdo: Alison Oropeza
sábado, 7 de mayo de 2022
Historias desde el dolor - Anónimo
A mi pequeña guardiana del tiempo:
Otro día más has salido de casa contando los minutos que te quedan para volver. Otro día más que te has visto obligada a salir con esa gente que solo se ríe de ti, que ocultan sus verdaderas intenciones bajo una falsa sonrisa que hasta tú misma puedes leer que algo traman.
Vas a llorar, mi niña, lo vas a pasar muy mal. Ojalá poder estar ahí ahora contigo para decirte que todo va a ir bien, pero esa felicidad que tanto anhelas va a tardar en llegar. Y aun cuando llegue, seguirás asustada. Seguirás con miedo de que te vuelvan a rechazar, con miedo de que esas personas que hoy dicen quererte, en realidad sean una copia de las niñas que una vez te sonrieron para abrazarte y aprovechar para apuñalarte por la espalda.
Cada vez que pienso en ti, me asaltan cientos de recuerdos. No tengo que hablarte de cuando te agarraron entre dos para que un tercero te manchara de tinta la ropa, no tengo que recordarte las veces que salías corriendo de clase para llegar cuanto antes a casa y no pudieran así acorralarte, ni tengo que recordarte la vez que te atreviste a decirlo en voz alta y la profesora dijo, delante de toda la clase, que eso era algo sin importancia.
Hay muchos recuerdos y muy malos encerrados bajo llave y tan bien escondidos que hasta me cuesta encontrarlos cuando lo intento, pero que vuelven a salir a flote en ciertas conversaciones. Se me llenan los ojos de lágrimas y la rabia crece en mi pecho al descubrir que esas heridas cicatrizadas vuelven a abrirse y amenazan con sangrar.
Muchos dirán que te enfrentes, que esta situación te hace fuerte, pero ¿qué sabrán ellos? ¿Qué sabrán de ti? ¿Qué sabrán de esa que ha conseguido poner a las dos escuelas en tu contra? Y aunque no sean las dos, tú lo sientes así. ¿Quién te defiende? ¿De quién recibes el apoyo?, ¿de quién la fuerza para enfrentarte a esa bruja?
Estás sola, mi amor. Te han dejado sola.
Llenaría estas líneas de palabras malsonantes, rajaría el papel con el lápiz y gritaría hasta quedarme sin voz si con ello pudiera viajar a donde estás. A cuando estás.
Te sacaría de ahí y te abrazaría, te colmaría de besos y dejaría que llores contra mi pecho. Porque yo te entiendo, porque te duele y porque me duele.
Pero no hace falta que te hable de lo que estás pasando, no hace falta que rememoremos los que van a ser 10 de tus peores años.
No.
Ahora toca que nos limpiemos las lágrimas y nos sacudamos el polvo de los pantalones. Es hora de que corramos descalzas, gritemos y riamos hasta quedarnos sin voz. Porque ¿sabes qué? Que un día nos querrán por lo que somos, aunque tú no te lo creas. Ni desde cuando me lees ni desde cuando te escribo nos suena creíble, pero así es.
De cuando yo vengo, mi niña, las cosas han cambiado. Has crecido, me ha costado verlo, pero has crecido. Eres mayor, fuerte e inteligente, y si en diez años no han conseguido hundirte, tampoco lo harán ahora.
Así que ríe, grita y llora hasta quedarte sin lágrimas, pero nunca olvides que yo estoy aquí para lo que sea.
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