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lunes, 25 de abril de 2022

Promesas a la luna (Inventízate)

(Los relatos de Inventízate se cuelgan en bruto, tal y como fueron subidos a la web, sin revisar previamente. Más tarde serán objeto de Análisis, pero sois bienvenidos a opinar sobre el texto)

 

Restricciones

a. Tema central: una batalla entre dos (o más) seres fantásticos.

b. Ambientación: un contexto de grimdark


Ternak rio de forma salvaje. Se lo estaba pasando en grande. Hacía siglos que no se divertía tanto. En la mano derecha sostenía un hacha y con la izquierda agarraba por el pelo a un joven de la aldea saqueada. Estaba sucio y sollozaba con aquellos ojos rasgados y las orejas puntiagudas. Lo sujetó contra el suelo, levantó el arma y la bajó con ansia. En el último instante algo lo golpeó, lo lanzó varios metros más allá, y lo hizo rodar por el suelo embarrado. Se levantó, muy enfadado, y la vio.

    Seena se alzaba delante del elfo con una espada en la mano. El ogro rugió y se abalanzó sobre ella. Descargó el hacha contra su cabeza, ella paró el golpe con fuerza y lo desvió hacia la izquierda. Él giró sobre sí mismo y trató de cortarla por la mitad pero solo encontró aire mientras ella rodaba por debajo del filo mortal. Le clavó una daga en la pierna y la retorció, dejando un charco bermellón. El monstruo aulló, se volvió mucho más rápido de lo que esperaba y la golpeó en la cabeza con su puño, tan grande y duro como una pala. Seena retrocedió con sangre entre los colmillos y le bufó.

    Se midieron unos segundos, Ternak aprovechó para arrancarse el cuchillo y dejarlo caer. El ogro avanzó con el hacha a dos manos, con golpes mortales uno detrás de otro. Ella atajó el primero y el segundo con agilidad y empezó a preocuparse. El monstruo parecía poder seguir así de forma indefinida, debía acabar rápido o tendría problemas. Fueron girando despacio mientras detenía y desviaba un golpe tras otro, que caían con la furia del infierno. Sus bloqueos se debilitaron y el ogro empezó a sonreír. Seena dio un traspié.

    El ogro se lanzó hacia adelante para darle el golpe final con una risa demente. Bajó el hacha y la vampira pareció recuperar de golpe toda su fuerza, desvió el ataque y aprovechó su desequilibrio para girar por detrás de él y empujarlo. Ternak tropezó con el cuerpo del elfo y cayó al suelo. Seena se arrojó sobre él y le atravesó el enorme cuello con su espada. El ogro trató de respirar, gorgoteó y dejó de moverse.

    Los pocos humanos que quedaban vivos se acercaron a darle las gracias. El elfo se levantó como pudo y fue hacia ella.

—No sé cómo daros las gracias, desconocida.

—No soy tan desconocida —dijo ella. Se giró hacia los otros—. ¡Ya no os molestará más, id tranquilos!

Se miraron y empezaron a alejarse.

—No he dicho que tú puedas irte, orejas puntiagudas.

—¿Qué puedo hacer por vos?

—Nada. Estas personas son inocentes. Pero tú no. Recuerdo tu sombra cada minuto.

    Se lanzó sobre él, le rompió el cuello y absorbió hasta la última gota de sangre. Cuando se sació, miró hacia la luna y recordó su promesa. Aquel hijo de puta no volvería a violar a nadie.




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