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miércoles, 9 de marzo de 2022

Las Truculentas: Tras la puerta (VI) - Versiones - Ana Escudero Portal




  (Este es un relato escrito entre varias personas. Cada una ha trabajado una parte diferente, con su propio estilo, pero todas han contribuido a que sea un gran relato. Se irá publicando cada día un relato y, a final de mes, se publicará el relato completo. Se puede seguir la serie de relatos aquí: Truculentas)


        —¿Es eso cierto? ¿La avisaste tú?

        La gata la miró, irritada.

      —No sé por qué me molesto contigo —bufó—. Debes de ser la versión más dura de mollera de todas las que han pasado por aquí. ¿Acaso no has escuchado nada de lo que he dicho?

        —Bueno, no sé. Dices que yo soy una versión. ¿Y qué hay de ti? Tienes un aspecto diferente cada vez que nos vemos. Cambias de color: ahora eres azul, pero también has pasado por el negro, el naranja…

        La oreja de la gata tembló, y la mujer sonrió, triunfal.

      —No la avisaste tú —rio—. Le avisó  otra versión de ti. Y dime, querida… ¿Qué le pasó a esa versión?

       La gata miró en derredor con el pelaje de punta. La mujer se levantó y alumbró una esquina de la habitación: un cuerpo peludo envuelto en sangre apareció ante la iluminación danzarina de la vela.

        La gata lanzó un maullido lastimero y fue hacia la puerta.

        —Está cerrada, ¿recuerdas? —dijo la mujer, acercándose al cadáver de su anterior versión. La gata saltaba sobre la manilla y arañaba la cerradura, pero la puerta no se movía—. ¿Crees que tu nueva versión sobreviviría a la mía? —inquirió, recogiendo el hacha de su propio cuerpo sin vida. Dejó la vela sobre la mesita de noche y se plantó con las piernas abiertas, agarrando el arma con las dos manos.

       —Te dije lo que pasaría si cogías el hacha, niña estúpida. —La gata le dio la espalda a la salida, dispuesta a arrancarle la piel a tiras a aquella mentecata que no servía ni para obedecer.

        —Lo sé. Y por eso tengo una propuesta para ti.

        —Dice la que me apunta con un hacha.

       —Es en defensa propia. Tú tienes uñas y eres veloz. Si no me has atacado aún es porque tampoco sabías que eras una versión. Pero no tenemos por qué enfrentarnos. Podemos colaborar y darle su merecido al que nos ha metido en este bucle. No tengo por qué seguir buscando sola ni matar a mi próxima versión. Tú misma lo has dicho: quiero vivir mi propia vida, y estoy segura de que tú también. Con tus conocimientos podemos salir de aquí.

        —¿Y qué me dice que no me vas a soltar un hachazo en cuanto baje la guardia?

      —Ambas sabemos cuál será el resultado si nos enfrentamos —respondió la mujer, señalando sus respectivos cadáveres con la mirada.

       —Eso es cierto —gruñó la gata, con la mirada fija en la bola de pelo que reposaba sobre la esquina.

       —Y como muestra de buena fe, empezaré por presentarme: soy Victoria.

      Una luz brilló en el cuarto, y una nueva puerta apareció en la sala. Era de madera labrada y estaba coronada por un arco. La gata maulló, admirada.

       —Había olvidado que los nombres tienen un poder especial… —ronroneó.

       —¿Qué me dices? ¿Aliadas?

       Un temblor sacudió la puerta que estaba a espaldas de la gata.



Escrito por Ana Escudero Portal:





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