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martes, 15 de marzo de 2022

Las Truculentas: Tras la puerta (IX) - No seas tímida - Lady Marloo

Un pasillo medio en ruinas. A la derecha, puertas en una pared pintada que parecen contener pesadillas en su interior. En la parte inferior, el título: TRAS LA PUERTA Subtítulo: Una historia truculenta y escalofriante. Las Truculentas: Gloria,  Xandra, María, Elisabet, Sheila, Ana, Trying_mom, Rocío, Lady Marlo, Laura, Teresa



   (Este es un relato escrito entre varias personas. Cada una ha trabajado una parte diferente, con su propio estilo, pero todas han contribuido a que sea un gran relato. Se irá publicando cada día un relato y, a final de mes, se publicará el relato completo. Se puede seguir la serie de relatos aquí: Truculentas)



        Ahora sabía que Blanca era una de las dos mujeres, pero… ¿quiénes serían las otras dos personas?

        Examinó la habitación con la mirada . A su lado parecía estar la puerta de la vez anterior. Sabía que esa no era la solución; no estaba dispuesta a repetir un error y que aquel bucle comenzara de nuevo. Intentó buscar otra forma de salir de allí cuando una voz masculina la sacó de sus pensamientos:

        —No seas tímida, aquí hay hueco para una princesa más. —Aquellas palabras le produjeron escalofríos, pero qué podía hacer. Tampoco tenía otra opción.

        Ella asintió y, sin saber muy bien qué hacer, se acercó a la cama. Había dado un par de pasos cuando se dio cuenta de que ya conocía aquellos cuerpos y que no era la primera vez que los veía desnudos y sudorosos, entre las sábanas.

        Era cierto, ahí había empezado todo. Por eso había decidido aceptar la estúpida propuesta de la gata.

        Aquel día todo parecía que iba bien, había terminado de preparar todos los envíos que tenían que hacer en el almacén, el capullo de su jefe la había dejado salir antes y coincidía que su novio estaba de paso por allí. Qué más podía pedir, ¿verdad? Pues quizás, no habérselo encontrado tirándose a una de sus compañeras.

        Pero aquello, aunque pareciera irónico, no era lo más importante, ¿Qué hacía Asier allí? Y además, ¿por qué la estaba tratando como a una desconocida? Estaba claro que mientras le metía la lengua a su compañera mucho no se acordaba de ella, pero ¿ahora? ¿Asier? ¿Haciendo un trío?

        A ver, ella estaba bastante satisfecha con su novio. Bueno, tenía que dejar de llamarle así. Él nunca había sido la cosa más pasional del mundo. Siendo sinceros, era más bien paradito y, sobre todo, no era innovador. Al parecer, la infidelidad no era lo único que desconocía de él.

        Volviendo a la cama, ¿qué hacía ella también allí? Intentó mantener la calma. Asier, Blanca y… ¿ella?, habían vuelto a la acción. Estaba tardando demasiado. Tenía que pensar algo, y unirse era la única solución.

        Una idea pasó por su mente mientras se desvestía. Empezaría a liarse consigo misma. Es verdad que era raro, pero quizás sería lo menos incómodo teniendo en cuenta que no le apetecía probar la nueva versión empotradora de su exnovio ni entregarse a la pasión con una exgata. 

        Y así lo hizo, si se puede llamar a eso hacerlo. En cuanto le acarició la piel, desapareció aquella versión de sí misma, cosa que no percibieron los demás componentes de aquella cama. No tenía escapatoria: volvían a ser tres y acababa de empezar a ser el centro de atención.

        Por algún motivo, aquella situación se estaba empezando a volver agradable, quizás demasiado. Por un momento, incluso dejó de pensar: estaban pasando y haciendo cosas que no creía posibles, pero que no le sentaron nada mal. Daba la sensación de que su racionalidad se había esfumado con los besos y las caricias. Cada parte de su cuerpo estaba siendo atendida por sus dos acompañantes, y tampoco quería apresurarse a renunciar a ello. ¿En qué otra situación iba a verse así?

        Pero Blanca no parecía pensar lo mismo cuando decidió centrar toda la atención en Asier y descender por su cuerpo a besos. Una parte de Victoria se encendió, pero esta vez, no era precisamente el deseo. ¿Qué le estaba pasando? No lo sabía, pero quería que parasen. No aguantaría mucho más viendo cómo Blanca y Asier…, en fin, no quería seguir viendo eso. Aquello sirvió para que sus ideas se aclararan y volviera al plan inicial.

        A su lado había una serie de lazos rojos y un antifaz, que por todas aquellas novelas «románticas» que había leído, sabía muy bien cómo usar. Ataría a Asier a la cama y así podría ganar tiempo, y sobre todo haría que ellos dos, bueno, parasen.

        Apartó suavemente a Blanca de encima de Asier, a quien cubrió los ojos con el antifaz. Una vez con ellos tapados, y sin dejar aquel juego que habían empezado de caricias y besos, Blanca le guiñó el ojo. Pudo ver entonces que aquella mujer no era una versión, pues parecía saber cuáles eran sus intenciones. Daba la sensación de que la ayudaría. Ambas ataron al hombre que yacía en la cama.

        Quizás no le habían atado de la manera más seductora; Blanca no era conocedora de esas técnicas. Si salían de esta, le recomendaría alguno de sus libros favoritos. No obstante, esperaba que fuera suficiente para poder escapar. Ahora, solo tenían que descubrir cómo.

        —Mmm, mis chicas malas. Cómo me gusta cuando os ponéis así. 

        Ellas se acercaron y continuaron. No podían dejar que él sospechara, eso solo complicaría las cosas. Esta vez la idea fue de Blanca, quien volvía a estar encima de Asier mientras besaba a Victoria.

        —Su nombre, tenemos que descubrir su nombre —dijo con los labios demasiado ocupados como para que Asier la escuchara.

        Fue entonces el turno de Victoria, quien gritó con todas sus fuerzas.

        —¡ASIER!

        ¿Cómo no se le había ocurrido antes?

        Una puerta, se dibujó en la pared y ambas corrieron en su dirección. Victoria llegó al umbral. Blanca estaba a punto cuando ambas advirtieron que Asier se había desatado y corría hacia ellas. Sabían que no las dejaría escapar.

        Blanca frenó en seco y se giró. Asier iba a alcanzarlas; por su culpa, Victoria estaba allí. Ahora tenía que salvarla.

        —Vete sin mí. Yo me encargo.

        Unos brazos tiraron de ella.

        —Yo sola no puedo.

        Eran los brazos de Victoria. ¿Habría sido suficiente?



Escrito por Lady Marlo:


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