miércoles, 30 de marzo de 2022

Primera Batalla: Comienza la lucha por la supervivencia - I Campeonato de Microrrelatos

 

Cuatro imágenes. En la esquina superior izquierda, un padre sostiene a un bebé junto a su cara. El sol está al fondo y está a contraluz, así que solo se ven sus siluetas. En la esquina superior derecha, una figura sostiene un bote que expulsa humo rojo por toda la imagen. Lleva una máscara con ojos y boca luminiscentes pintados. En la esquina inferior izquierda, un globo con forma de corazón rojo está a punto de ser explotado por una mano que se acerca con un alfiler muy grande.  En la esquina inferior derecha se ven dos manos sobre un cuaderno, una de ellas sostiene una pluma y está escribiendo.  En el centro hay un letrero curvado como un arcoiris:  I Campeonato de Microrrelatos  Debajo:  ¡Vota por tu campeón!  En el pie de la foto:  latapadelbaul.es

¡Ya tenemos aquí la primera ronda de batallas! A continuación podréis ver la pelea a muerte entre nuestros valerosos contendientes.

Os recuerdo que esta era la imagen que debía inspirar la carnicería:


Un salón de baile bellamente decorado. Hay varias ventanas con adornos dorados y mucha decoración por las paredes. En el centro hay dos lámparas de cristal con velas colgando. Por la sala, hay cuatro parejas que están bailando al son de alguna música de baile. Todos llevan máscaras. Ellas llevan vestidos de gala y ellos un frac negro. En primer plano hay una pareja en la que ella lleva un vestido granate y están bailando muy cerca.  Firmado por Gloria Cubillas.


Esta ilustración ha sido creada por @Gcuillustration. Se lo agradezco profundamente, es una magnífica artista y seguro que saldrán excelentes relatos gracias a la fusión de su imaginación y la vuestra. Os animo a que visitéis su perfil para ver sus creaciones.


Solo puede quedar uno de cada pareja. Lee y elige a tu campeón en este hilo de Twitter.



BATALLA 1

AMOR PROFUNDO

Él estaba en la fiesta, lo olía. Le costó tres años encontrar su rastro, pero recordaba bien su aroma. Llevaba su vestido, y aun bajo la máscara le vio palidecer ante la tela roja. Ana se acercó, escondiendo el cuchillo. Al bailar, pudo ver como desaparecía la luz de sus ojos

VS

CARIÑO PROFUNDO

Título: EL VALS DE TODOS LOS SANTOS

En el palacio titilan los candelabros y vuelven a encenderse las lámparas. Las parejas danzan y, poco a poco, se van desvaneciendo. Los mejores bailarines consiguen permanecer hasta el alba; exiguo premio que dulcifica la espera hasta el año siguiente.



BATALLA 2

DESEO PROFUNDO

Si me conocieras, si me vieses de verdad, huirías sin demora, y de no hacerlo, yo debería huir de ti. ¿Qué embrujo es este que me obliga a olvidar, que me lanza a la locura de vernos amanecer? ¿Cómo puedo recuperar aquello que es mío, pero que sin duda alguna te pertenece?

VS

COQUETEO PROFUNDO

Solo quiero que me mire una vez más y me deje sujetar su mano, luego adiós. No voy a llorar. Sé que no tiene la culpa, que no me ha traicionado. Seguiré el camino de mi amarga y oscura vida, contento de que se pudiera iluminar durante un instante. 



BATALLA 3

GUIÑO PROFUNDO

Era el último baile. Los bailarines se movían al ritmo de la música que presagiaba la peor de las desdichas. Cualquier paso en falso, cualquier error les llevaría a una condena eterna: ver como la dama de la danza petrificaba sus cuerpos y quedaban inertes para la eternidad.

VS

CARICIA PROFUNDA

Sus ojos se encontraron, haciendo caso omiso al mundo, fundiéndolos en un solo ser. No hubo preguntas, ni necesidad de ellas, sólo la entrega sin reservas a una pasión desconocida, a la incertidumbre del mañana y el frenesí del ahora hasta que la unión de su beso los hizo eternos



BATALLA 4

AMOR ROJO

El joven de la máscara besaba y reía en el cuello de la dama. -Vlad, he esperado tanto tiempo. -El fuego en sus ojos brillaba. Inocente nuestro príncipe. La joven acercándose a su oído había clavado una estaca en su corazón. 

- Brienne Van Helsing ha acabado contigo, gilipollas.

VS

CARIÑO ROJO

Allí estaba. Oculto tras una máscara y junto a la mujer que amaba en silencio. El baile de verano era el momento perfecto para entrar a por la preciada corona del rey y venderla en el mercado negro. Pero tras entrar, mi curiosidad pudo conmigo. Ahora, solo quería estar a su lado.



BATALLA 5

DESEO ROJO

¿La música? Ya podrían interpretarla seres del infierno. Las paredes, de oro, ser de hojarasca, y el suelo piedras afiladas. Seguiríamos bailando, embriagados del otro, hundidos en nuestra mirada. Sintiendo que somos los únicos interpretes de la más bella y antigua de las danzas.

VS

COQUETEO ROJO

Bailaron incluso cuando los pies empezaron a sangrar. Aquel encuentro era oscuro y asfixiante, pero también era el único del año en el que se permitía que se vieran y tocaran. Desconocían la identidad del otro, pero ansiaban estar juntos y para ello la norma les obligaba bailar



BATALLA 6

GUIÑO ROJO

"Su esencia era cautivadora. El dulce aroma de su piel me haría perder el control. Notaba la eternidad tan cerca, pero tan lejos a la vez. Nunca el influjo de la linfa me produjo temer tanto mi propia naturaleza. 

Sólo una pregunta me mantenía en vilo. 

¿Eternidad o amor?"

VS

CARICIA ROJA

La mujer joven que había sido le abrazó. Bailaba y se dejaba llevar, con amor y tristeza a la vez. Su mano le guiaba con firmeza entre el resto de parejas. Pero al quitarse la máscara, se vio sola en un salón polvoriento. Sabiendo que su amado seguiría sumido en un baile eterno.



BATALLA 7

AMOR AZUL

Con las primeras notas, el lobo la sacó a bailar. El concurso estaba prácticamente ganado. La coneja se abrazó a su pelaje, sabedora de que el instinto les guiaría, que los haría destacar.

Aun así, su estrategia era arriesgada:

a ella la movía el miedo; a él, un hambre voraz.

VS

CARIÑO AZUL

Victoria sin paliativos.

Todo salió conforme a lo planeado. 

Los informes que entregó al alto mando, fueron decisivos para el éxito de la operación y la plana mayor celebró el triunfo con un baile de gala. 

Las luces iluminaron un rostro que pese a la máscara revelaba la verdad.



BATALLA 8

DESEO AZUL

Suena la música y se entregan al baile. A las doce caerán las máscaras y a los fuegos artificiales se añadirá su sorpresa. Una vez decidida su venganza, planear los puntos de detonación fue fácil. Hechas las preparaciones, todo lo que importa ahora es bailar. 

VS

COQUETEO AZUL

Sabía que era él. Allí, en medio de aquel baile, lo había vuelto a encontrar. La máscara le tapaba la parte superior del rostro pero no podía ocultar su olor. Todavía lo recordaba. ¿Cómo podría olvidar el sabor de su primera sangre como vampiresa?



BATALLA 9

GUIÑO AZUL

Entre danzas y música, los invitados reían y se cortejaban ocultando sus caras, pero Amari llevaba una segunda máscara. La primera cubría su rostro; la otra velaba sus intenciones. El tirano se acercaba sin sospechar. No lo vería venir. El tercer paso del vals sería su perdición.

VS

CARICIA AZUL

La noche del último baile. Cuando las puertas del cielo e infierno se abren. Y las almas en pena pueden volver por unas cuantas horas al lado de sus amantes, vivos o muertos. Solo hay dos condiciones: primero, su muerte debió ser trágica y segundo, no deben quitarse la máscara.



BATALLA 10

AMOR FUERTE

Llegada la medianoche debí correr lejos del salón del baile, pese a los ruegos de aquel hermoso príncipe que pasó la velada pegado a mi cintura. No me importó dejar atrás una zapatilla, la última campanada me transformaría de nuevo en aquella bestia que él juró matar algún día.

VS

CARIÑO FUERTE

Rimbombantes prostitutas acariciaban las huellas dactilares de no menos económicos caballeros. El anciano, tras su máscara carmesí, contemplaba uno a uno a los jóvenes que danzaban para él. La pareja ganadora compartiría lecho con su esposa muerta.



BATALLA 11

DESEO FUERTE

Las damas anhelaban estar en su piel. Los caballeros deseaban tenerla en sus brazos. Absorbidos por la visión de un baile seductor, la ceguera les impidió ver sus lágrimas mientras el hombre de negro le susurraba al oído que no la amaba y que nunca más vería la luz del día.

VS

COQUETEO FUERTE

Todos los amores pasan desapercibidos en la historia del mundo, pero el nuestro era distinto.

Metí la mano bajo el vestido.

—¿Listo? 

El nuestro dejaría una huella, sí: una de sangre y venganza.



BATALLA 12

GUIÑO FUERTE

Una mirada fue todo lo que hizo falta.

La música se desvaneció, y solo quedamos nosotros, bailando al son del latido de nuestros corazones.

Lo supe. Lo supo. Nunca dejaríamos de vernos. Nunca volveríamos a estar solos... aunque se empeñaran en separarnos.

Y se empeñarían.

VS

CARICIA FUERTE

Míranos aquí, celebrando un baile en honor a mi fallecido padre, el rey. Mi hermano mayor cree que va a heredar la corona, mas no sabe que tengo un plan para hacerme yo con ella… Pero espera ¿qué son estos disparos? Alguno de mis malditos hermanos pequeños se me ha adelant…



BATALLA 13

AMOR SIN MEDIDA

Como artista local, fui invitado a ese elegante baile para preservarlo en mis hojas de papel. La pareja más llamativa se movió de manera extraña y se desplomaron súbitamente. Lo entendí al dibujar unas manchas en el suelo minutos antes. De nuevo, el maldito "baile de la muerte".

VS

CARIÑO SIN MEDIDA

La dama del vestido rojo atrajo las miradas desde que entró al salón. Todos querían un baile con ella, ignorantes de quién se escondía tras esa máscara negra.

Ella, la hija del duque al que nadie ayudó, se movía al ritmo de la música. Un, dos, tres y daba paso hacia su venganza.



BATALLA 14

DESEO SIN MEDIDA

"Todos los presentes danzaban embelesados. 

Querubines guardianes nos observaban desde las alturas, incapaces de frenar la oscuridad que  traspasó la única puerta entornada.

La muerte me abrazó, aparentemente enamorado. Después, un último beso antes de llevarme. Antes de matarnos."

VS

COQUETEO SIN MEDIDA

Nunca me había gustado, no pareció importarle.  No le conocía, tampoco era ese el mayor de los problemas. Pero las cosas cambian, quizás las personas también. Desde entonces todas mis cuentas pendientes se habían convertido en bailes a medio acabar. Algo tuvo que suceder, o no.



BATALLA 15

GUIÑO SIN MEDIDA

No le veía la cara, los ojos ni los labios, solo se dejaba llevar. La música hacía lo mismo, parecía seguir el compás del hombre y no al revés como cabría imaginar. Ella ladeó la cabeza, mostrando su cuello vulnerable y permitiendo que el vampiro bebiera de su sangre.

VS

CARICIA SIN MEDIDA

Se apagó de repente la lámpara, solo la luna celosa de la música que sonaba,se colaba por el ventanal. Unos pasos , se acercaron a ella, rozando su cara,susurrando 

- nunca me he ido...

Desde una fotografía, una tez sonreía

La mujer inmóvil , miro a la luna

-Amor mío...



BATALLA 16

AMOR INFINITO

La casta bailaba ajena a los tumultos.  Sugirieron que comiesen pasteles, pero eso los había soliviantado aún más. Las calles ardían.

Comentaron entre risas que alguien menos precavido había sido capturado por la chusma, sin saber que uno de ellos no era quien decía ser.

VS

CARIÑO INFINITO

Mentiras. Cogió su mano y se dejó llevar a la pista de baile. Máscaras. Puso su mano en el hombro de él y, él, en su cintura. Venganza. Era lo que buscaba. La música comenzó, y así, su baile. Su vestido destellaba con el color del veneno. No habrá supervivientes, morirán todos.





Si quieres seguir el campeonato, puedes hacerlo en este enlace: Campeonato de Microrrelatos, donde podrás ver todo lo relacionado con este evento.

lunes, 28 de marzo de 2022

Abogadas y contables

 



La mujer vestida de azul camina por un camino empedrado entre varios montículos de nieve. Se acerca a una puerta gruesa, de madera oscura, que parece encajada en la pared de la casa. Con un chirrido, se abre hacia afuera mientras se escapa, desbocada, una ola de calor que invita a traspasar el umbral. La música lucha con el olor a alegría por cruzar la puerta. La mujer sonríe, entra, deja el abrigo sobre un montón de otras chaquetas y cierra el portón.

         Recorre un largo y alfombrado pasillo hasta llegar a una sala. Hombres y mujeres se giran al llegar ella y se acercan a recibirla.

        —¡Qué bien que hayas podido venir, mi querida Rosa! Esto no sería lo mismo sin ti —dice una mujer con un vestido rojo, mientras le aprieta el brazo.

        —Muchas gracias por invitarme, Obdulia.

        —¡No hay de qué! Sabes que te apreciamos.

        —Has sido muy amable conmigo en la oficina desde que me incorporé y pasar la Navidad sola en casa, en una ciudad nueva, es un poco triste —dice Rosa. Se rasca el brazo mientras mira al resto, que han vuelto a sus charlas.

        —¿Cómo no quererte? También ha venido Lisa hace un rato. Ahora está ocupada, pero saldrá para el primer plato.

        —¿Lisa? Pero ella es de contabilidad, como yo.

        —¿Acaso los abogados solo podemos relacionarnos entre nosotros? —Obdulia se ríe con una boca llena de dientes y unos ojos chispeantes.

         De pronto, un grito resuena por la casa. Rosa se gira hacia una puerta cerrada al fondo de la habitación.

        —¿Qué ha sido eso?

        —Los niños están enseñándole a Lisa su nuevo sistema de sonido, ¡es espectacular!

        —¡Menos mal! Sonaba escalofriante —dice Rosa, con un suspiro.

        —Por cierto, querida, ¿seguiste mi consejo? ¿Estás tomando la dieta antitoxinas que te recomendé?

        —¡Claro! Me está gustando mucho. ¿De qué conoces a Lisa?

        —Mi marido estuvo hablando con ella hace unos días y la vio simpática y sana. Una gran chica, también le recomendé la dieta.

         Varias personas preparan una mesa con platos grandes y cubiertos afilados que reflejan la luz de la enorme araña de cristal. En el centro, un trinche y un cuchillo de trinchar enormes escoltan una bandeja decorada con cerezas.

        —Parece que ya es la hora de cenar. Ven, siéntate conmigo —propone Obdulia, mientras se aproximan a la mesa.

        —¿Y Lisa? Creo que ya han llegado los niños… —pregunta Rosa. Mira en todas direcciones y se sienta cuando es la única que queda en pie.

        —Lisa es una gran persona, ¿sabes que es donante de órganos? Tiene un corazón que no le cabe en el pecho.

         En ese momento aparece el cocinero con un costillar. Lo deposita sobre la bandeja y empieza a repartir trozos entre los comensales.

        —¿Te gusta, querida? —pregunta Obdulia entre bocado y bocado.

        —¡Está riquísimo! Jamás había probado algo así —dice Rosa.

        —Me alegro de que lo disfrutes. Mira, ahí vienen los críos, ¡les encantan esos altavoces! Te llevarán ahora junto a Lisa.

        —¿Ahora?

        —No te preocupes, querida, llegarás justo para el segundo plato.



domingo, 27 de marzo de 2022

Primera ronda: Dieciseisavos de final del I Campeonato de Microrrelato de latapadelbaul.es

 

Cuatro imágenes. En la esquina superior izquierda, un padre sostiene a un bebé junto a su cara. El sol está al fondo y está a contraluz, así que solo se ven sus siluetas. En la esquina superior derecha, una figura sostiene un bote que expulsa humo rojo por toda la imagen. Lleva una máscara con ojos y boca luminiscentes pintados. En la esquina inferior izquierda, un globo con forma de corazón rojo está a punto de ser explotado por una mano que se acerca con un alfiler muy grande.  En la esquina inferior derecha se ven dos manos sobre un cuaderno, una de ellas sostiene una pluma y está escribiendo.  En el centro hay un letrero curvado como un arcoiris:  I Campeonato de Microrrelatos  Debajo:  ¡Vota por tu campeón!  En el pie de la foto:  latapadelbaul.es

Bienvenidos a la primera ronda del Campeonato.

A continuación tenéis la ilustración con la que debéis inspiraros para el primer microrrelato. Desde este momento tenéis 48 horas para enviar vuestros relatos a través del siguiente formulario.

Formulario primera ronda


Un salón de baile bellamente decorado. Hay varias ventanas con adornos dorados y mucha decoración por las paredes. En el centro hay dos lámparas de cristal con velas colgando. Por la sala, hay cuatro parejas que están bailando al son de alguna música de baile. Todos llevan máscaras. Ellas llevan vestidos de gala y ellos un frac negro. En primer plano hay una pareja en la que ella lleva un vestido granate y están bailando muy cerca.  Firmado por Gloria Cubillas.

Esta ilustración ha sido creada por @Gcuillustration. Se lo agradezco profundamente, es una magnífica artista y seguro que saldrán excelentes relatos gracias a la fusión de su imaginación y la vuestra. Os animo a que visitéis su perfil para ver sus creaciones.


Por si lo necesitáis, aquí están las bases del campeonato.

Y a todos los que no participáis, os animo a que pongáis en comentarios vuestros propios microrrelatos, a que los comentéis y disfrutéis del Campeonato. Es también vuestro, pues vuestra será la decisión final sobre los ganadores de cada ronda.




sábado, 26 de marzo de 2022

Abrimos la tapa del baúl de... Xandra Bilbao

Me acerqué a la montaña. Desde lejos parecía más pequeña, pero según iba aumentando el desnivel parecía crecer ante mis ojos. Al cabo de un rato necesitaba agarrarme a la vegetación para seguir trepando. Muchos raspones y media hora después, estaba en un claro con hierba verde por todas partes y un viento frío que me revolvía el pelo. Había un río cercano que ronroneaba tranquilo. Saqué mis notas y las revisé antes de entrar:

Xandra Bilbao, nació y vive en Bizkaia. Le gusta el cine, la música, el teatro y viajar. Comer lo damos por descontado porque es vasca. Es una apasionada de la mitología de su tierra y le encanta crear emociones y generar dudas sobre la posibilidad de que lo fantástico pueda ser real. Su primera novela fue «El pacto de los jentiles». Forma parte de la La Horda y de #LasTruculentas.


Me acerqué al río sin ver a Xandra hasta que una risa me llamó la atención. Unos ojos brillantes me miraban con fijeza y yo no podía hacer otra cosa más que pensar en acercarme junto a ellos. ¿Qué podría contarme su dueña? Quizá no sería mala idea mudarme al río, al fin y al cabo no me iba a faltar el agua...

―Hola, humano. Debes de ser ese al que llaman Mario ―dijo con tono cariñoso.

―Yo, sí, soy, soy ese. ¿Me puedo, quizá, sentar contigo un rato? Si te parece, claro.

―Vaya, para hacer entrevistas no veo que manejes con soltura las palabras.

―El miedo escénico, supongo. Aquí se está muy bien. Un poco húmedo, quizá, pero seguro que es agradable con el tiempo.

―No hay que tener miedo, salvo que tus intenciones no sean honestas.

―Lo son, por supuesto. Creo, recuerdo algo sobre una entrevista. ¿Es a ti? ¿Querrías contestarme a unas preguntas?

Asintió con delicadeza y la sonrisa subió a su mirada. Sin poder evitar mirarla a los ojos, preparé el bloc, el bolígrafo y puse la grabadora en marcha.


«En medio del Espejo: Luz y Oscuridad» es una antología de relatos que tiene muchas facetas. El prólogo, escrito por Elisabet P. Montero (a la que ya entrevisté en el blog) nos introduce en la atmósfera de las leyendas vascas. ¿Qué te parece ser parte de tu propio libro? ¿Convertirte en leyenda?

Es un sueño verme dentro de ese cuento tan maravilloso que creó Liz. Me emociona mucho que una escritora de su talento, que conoce las leyendas como yo, y se ha criado con los mismos valores de los que beben mis historias, me represente de esa manera y ponga palabras como orgullo al lado de mi trabajo. Aunque la palabra leyenda es demasiado grande y eterno como para plantearme nombrarme como tal, ni siquiera en ficción. 

En la sección Luz nos encontramos con leyendas muy interesantes: algunas terribles, otras no tanto. Comienzas con el episodio de la creación y nos das la base de todo el libro en una sola frase: «Todo lo que tiene nombre existe».

Sí. Esa frase es el principio la mitología vasca y, en parte, también de nuestra cultura. 

Para nosotros la palabra es más importante que cualquier otra cosa, por lo que me parecía importante crear una base y empezar por «En el principio» era casi obligado.  

Entre los relatos hay algunos que nos hablan de la fuerza del amor y de cómo esa misma fuerza nos puede hacer tomar decisiones muy difíciles y realizar sacrificios insospechados, como en «La joven Lamia». ¿Cuánta fuerza de voluntad hay que tener para alejarse del amor, por amor?

Muchísima. Hay que ser muy responsable y muy consciente del valor del ser que tienes enfrente para tomar una decisión como esa. 

Aunque también creo que si amas de verdad a alguien, ese sacrificio es algo que surge de forma natural, porque ¿para qué mantener algo si no beneficia a ambas partes? 

En otros, como «La joven tejedora de destinos», se habla del rechazo al diferente. Este tema es una constante en toda la historia del ser humano, partir la sociedad entre nosotros y ellos. El final, sin embargo, tiene un tono agridulce a la par que realista. En lugar de tirar el muro abajo y solucionar el problema, da un rodeo para llegar al otro lado. ¿Por qué?

Hay muros que no se pueden derrumbar. Por mucho que en nuestra mente o en nuestras creencias lo veamos de una manera muy determinante. 

En todas las épocas ha habido personajes que están fuera de su tiempo, artistas o pensadores, científicas, etc... que vistos desde el punto de vista de hoy encajan, pero no en su tiempo. Ya que su sociedad no era lo suficientemente madura para entenderlos.

Este relato realmente va de eso, de que el destino es el que es, pero a veces, no es un destino adecuado al tiempo en el que se vive.  

«El puente y el espejo» nos habla de tres temas. Por un lado, volvemos a tener el amor y la fuerza que nos otorga para vencer las dificultades que nos pone la vida para entorpecerlo. En segundo lugar, la ingratitud ante la ayuda de los otros. Y, finalmente, la fuerza del perdón. Son tres temas muy intensos que se juntan en un relato de una forma armoniosa. ¿Cómo planteaste esta historia?

Esta historia está basada en dos leyendas clásicas de la mitología vasca. 

Por un lado, la leyenda de la creación del puente por parte de lamias y jentiles para ayudar a dos enamorados. Y otra, que cuenta el robo de un espejo a una mujer pato por la avaricia de una muchacha. 

Cada ser, cada personaje de las leyendas vascas son defensores de ciertos valores. En el caso de esta historia: la honradez protegida por las lamias, Mari y la justicia y  los jentiles y la hermandad. 

Por lo que al ir reescribiendo lo que recordaba de las leyendas clásicas, todo encajó, no pensé en los temas que había de fondo, los personajes contaban el relato. 

También tenemos relatos oscuros, incluso en la Luz. «La guerrera oculta» tiene un inicio doloroso y un desarrollo empoderador. El final no es blanco o negro, es agridulce, como en la mayoría de las leyendas. Después de todo lo que le ha pasado a la protagonista, ¿por qué decide volver?

¿Cómo no hacerlo? Es un personaje que nunca buscó la aceptación, se mueve por sus propias ideas. Ella ama a su gente, a sus compañeras, a su madre. No es una opción plantearse dejarlas de lado.

El último relato de Luz nos habla sobre aprovecharse de los demás y sus consecuencias. ¿Cuánto hay de autobiográfico en este u otros relatos?

“La costurera y el Galtzagorri”, es un relato sobre la tentación de caer en el mínimo esfuerzo, laboralmente hablando y sobre anteponer la ambición a la familia. No creo que la costurera quisiera aprovecharse de nadie y los galtzagorris no tienen ambiciones, son simplemente duendillos malintencionados, cuando se aburren. 

Y aunque, este relato es un homenaje a mi madre, pues fue costurera, no tiene nada de autobiográfico. Ni este ni ningún otro, al menos no en la parte de “Luz”. 

Oscuridad empieza con fuerza y entrañas. Los dos primeros relatos marcan una línea que solo puede ser roja. «Felices para siempre», incluso, nos planta ante una situación que puede encontrarse cualquier mujer, en cualquier momento. ¿Crees que muchas se sentirán identificadas al leerlo? Me refiero a la parte en la que no hay entrañas, claro.

Sí. La situación que se plantea en este relato es algo, por desgracia, que se da bastante. Yo creo que, voy a decir muchas (por no decir la mayoría), de nosotras hemos tenido alguna relación tóxica y nos hemos topado con maltratadores emocionales. 

«Gaueko» y «Me diste nombre» nos hablan de la fuerza de la magia y de los nombres. Los sacrificios que deben hacerse para obtener poder y lo que sucede cuando jugamos con el poder sin entenderlo.

Es la otra cara de «Si tiene nombre existe».  También las pesadillas pueden hacerse reales si le damos nombre, o valor. La oscuridad, yo creo, es lo que nos hace responsables de nuestros actos, lo que nos pone en alerta para no ambicionar más de lo que podemos gestionar. Y tal vez, estos relatos, surgieron de ahí, de esa idea, no me lo había planteado. 

«Nadie descansaría en paz» nos planta un golpe de realidad detrás de otro al poner un espejo ante nosotros y nuestra hipocresía. ¿Era ese el único final posible para este relato?

No sé si era el único final posible, era el que esta muchacha me narró. El final  que muchas mujeres acusadas de «sorgina» tuvieron por culpa de hombres que abrazaban una fe que culpaba de sus deseos a las mujeres, en lugar de a ellos mismos.

«No me nombres» nos zambulle en un relato intenso en el que vemos dos versiones de la misma historia. Una parte de la narración es epistolar, lo que trae inmediatamente a la memoria «Drácula» de Bram Stoker. ¿Cuánto hay de inspiración suya en este relato?

Este relato fue ganador para el Especial Bram Stoker de Círculo de Lovecraft, así que no es solo inspiración, es un homenaje a este gran genio. 

Para mí Drácula es una obra maestra. Es la mezcla perfecta de horror y sensualidad, y en este relato intenté conseguir algo similar. Jugando, además, con una de las leyes reales más sorprendentes que fue abolida, hace relativamente poco; la de la impunidad para matar “vizcaínos” en Islandia. 

El último relato es angustioso y es una magnífica forma de terminar el libro. La Oscuridad condensada en un ser de absoluta maldad que… Y no puedo decir más. ¿Son los humanos los verdaderos villanos de este libro? ¿O tienen la maldad y el terror entidad propia?

El mal y el bien son conceptos cristianos, posteriores a las antiguas leyendas y a todos estos seres, así que su concepción es un poco más… ¿Gris? 

Todos tenemos una oscuridad y una luz, todos podemos ser el peor de los villanos o la más poderosa de las heroínas, dependiendo de quién narre la historia o de en qué momento miremos al espejo.  A mí lo que me sirve es intentar estar en equilibrio con los dos y aceptarlos por igual.

En este relato utilicé uno de los personajes más tenebrosos, para hablar de una de las peores épocas de mi vida. De mi ansiedad y mi miedo. De cómo me hacían insoportable respirar o incluso vivir. En aquel momento, mirarme al espejo era horrible, me veía como un monstruo, no aceptaba mi oscuridad y va un poco de eso. 

Así que creo que la respuesta es que el terror, la oscuridad, el mal, o como queramos llamarlo, no es más que otra parte de todos nosotros, una parte igual de maravillosa que la luz, pero que nos exige aceptarnos plenamente y eso, hoy en día, en la sociedad en la que vivimos, es salirse de la norma. 

Cuéntanos en qué estás trabajando ahora.

Ahora tengo varios proyectos abiertos. 

Por un lado la edición de «Txikiyendas» junto a Uzanza editorial y Fran Ferriz como ilustrador. Es un proyecto que me ilusiona mucho, porque es llevar la mitología vasca a los más pequeños de una forma dulce y divertida. Además, estoy aprendiendo muchísimo con María Santórum, ha sido un verdadero regalo del destino cruzarme con  este pedazo de equipo. 

Otro de mis proyectos futuros es «ProyectoPoe», mi segunda novela.  Que está en fase revisión y que espero poder pasar a fase de beteo a finales de mes. Es la historia de una asesina en serie que basa su obra en los cuentos de Poe y que conoce a un chico que esconde tantos o más secretos que ella. 

Además, he empezado el borrador de «PoyectoLeonci». Una serie de cuentos infantiles para los más peques, pero de eso no puedo contar aún nada más. 


―Vaya, al final sí que sabías usar las palabras después de todo ―comentó socarrona Xandra.

―Hago lo que puedo.

―Bueno, creo que ya es bastante. Ve en paz, Mario. No querría que el mundo perdiera tus palabras. Recuerda que la vida no espera y puede haber cambiado mientras estabas conmigo absorto.

―Gracias, creo. ¿De verdad no me puedo quedar?

Me levanté y traté de salir despacio. La cabeza me daba vueltas y de pronto vi claro que estaba empapado y congelado por las aguas del río. Resbalé al tratar de salir corriendo y me volvía a rebozar. Cuando llegué a la orilla oí un ruido y vi cómo unos pies de pato se alejaban por el cauce. Respiré con alivio y casi recibí el picotazo de una abeja. Levanté la cabeza.

El prado rebosaba de vida. Flores e insectos bailaban una danza amorosa acompasados por la brisa, bajo la caricia del sol de primavera. 

¿Cuánto tiempo había estado con ella dentro?


¿Dónde puedes encontrar a Xandra Bilbao?

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Si quieres comprar su libro puedes hacerlo aquí: «En medio del espejo: Luz y Oscuridad»






viernes, 25 de marzo de 2022

La entrevista de los viernes: Teresa Plaza y Cometa Nozal (Antología Legado)

 Hoy tenemos con nosotros a Tessa y Cometa, las organizadoras de la Antología Legado. Podéis leer los hilos de sus relatos aquí:


¿Qué significa para ti escribir?

Tessa: Para mí, escribir es poder evadirme del mundo real y concentrarme en mis personajes, en su historia y en su vida. Cada uno de ellos es diferente, y por tanto tiene unos sentimientos distintos a los míos. Por otro lado, escribir también me sirve como una forma de desahogo cuando veo que no puedo más con la vida. Escribo varios proyectos a la vez porque según me encuentre anímicamente un día, puedo seguir con uno o con otro.

Al principio, para mí significaba estar bajo presión y en tensión, porque antes de entrar en LiteTwitter lo único que sabía sobre los escritores es que todos sabían perfectamente lo que iba a pasar en sus historias, mientras que para mí el proceso no era igual. Simplemente se me ocurría un personaje y a partir de ahí desarrollaba la historia, o se me ocurría una escena y a partir de ahí creaba los personajes. Me sentía frustrada porque no escribía como el resto y me castigaba por ello. Me forzaba a intentar escribir como supuestamente “estaba bien” y, obviamente, al hacer eso perdía mi seña de identidad. Cuando profundicé un poco más sobre la escritura, encontré que no todo el mundo escribía igual, y que había un tipo de escritores llamados “brújula” que simplemente seguían sus instintos y ya. En ese momento fue cuando sentí mucho alivio y supe que podía llegar a ser una escritora de verdad.

Ser escritor no siempre es fácil, porque al final estás tú delante de una hoja en blanco y tienes que reflexionar, documentarte y escribir, pero hay un gran adversario: “el impostor”. Yo lo he sufrido, y lo seguiré sufriendo, pero creo que lo importante es conocerse y saber cómo escribe cada uno. Por si a alguien le sirve, yo funciono por rachas. Es decir, puedo ponerme una tarde y escribirte cinco mil palabras al igual que me puedo tirar seis meses sin escribir. He aprendido a abrazarme y a no castigarme por no escribir, a saber que mi ritmo es mi ritmo, y que lo importante es no compararse y seguir adelante.


Cometa: Durante mucho tiempo fue mi manera de expresar cómo me sentía. Transmitir esas emociones que se arremolinaban en mi interior y que no era capaz de contar en voz alta. Sin embargo, al cabo de un tiempo, me di cuenta de que escribir había dejado de ser una vía de escape para ser algo más. Ahora mismo escribir es mi forma de expresar mi manera de ver el mundo. De enfrentarme a los miedos y de dar alas a mis sueños. Escribir ya no es solo un refugio, es algo mucho más bonito y especial, y que, de cierta manera, da color a mi vida.


¿Por qué decidiste organizar esta Antología?

TessaDecidí organizarla porque ya veníamos de «Renacer Antología Benéfica» y nos fue tan bien y nos gustó tanto la experiencia, que decidimos repetir. Además, esta vez he podido participar también como correctora y ha sido algo genial. Todos los autores han estado pendientes de cada cambio que les propuse y les he podido conocer muchísimo mejor gracias a ello.

Organizar una antología no es fácil si quieres que el resultado sea profesional, pero creo que la clave es contar con buenos apoyos, conocer a otros profesionales que te puedan ayudar con maquetación, ilustración y corrección, y con grandes y maravillosos escritores como los de ambas antologías. Al final, la ilusión de todos por querer sacar un buen producto hace que sea posible conseguirlo.


Cometa:  Tras Renacer y su gran acogida, fue fácil plantearse hacer una segunda. De hecho, tan solo dos meses después de su lanzamiento Tessa y yo comenzamos a hablar sobre una segunda convocatoria y pronto elegimos la temática. Para nosotras son muy importantes nuestros abuelos, nos han visto crecer y son un apoyo constante, por eso Legado significa tanto. Es todo un homenaje a las personas mayores que se ha convertido en un libro tan precioso por dentro como por fuera. Cuando te juntas con personas que aportan tanto a tu vida como Tessa, Ana y todas las chicas de Renacer, es normal querer sacar nuevas iniciativas con ellas y gracias a su cariño y apoyo nació esta segunda antología. Luego los nuevos autores han forjado Legado y lo han hecho lo que es y estoy muy orgullosa del producto final.

¿Cuánto hay de autobiográfico en tu relato?

TessaAunque salga yo misma en el relato, autobiográfico no es porque las historias que se relatan no las he vivido yo, pero sí personas de mi entorno.

Aun así, voy a dar la exclusiva por aquí: casi todo lo que relato es real. Luz y su familia son los únicos personajes que no existen (que yo sepa), pero el resto de personajes son reales. La primera historia que «vive» Luz es en verdad un recuerdo del padre de mi abuelo materno, la segunda es un recuerdo de mi abuelo materno y la tercera es la historia real de cómo se conocieron mis abuelos maternos. 

Obviamente, los toques mágicos que tiene mi relato no son reales, aunque ojalá pudieran serlo porque me encantaría tener esos poderes.

 CometaLa historia que narro en «La eternidad de los recuerdos» es completamente ficción, pero sí que es verdad que, según iba tejiendo la historia de Isidro, me di cuenta de que muchas de sus anécdotas, de como se enfrenta al dolor y a sus recuerdos se basa en mis propios abuelos. Muchas de las acciones y recuerdos del protagonista son suyas. 

Además, me encantó añadir dos fechas en el relato, las cuales simbolizan a mis dos abuelas, julio 2009 y abril 2013, aunque en el texto aparecen intercambiadas.

¿Hay algo que hayas hecho en tu texto con el tiempo, el narrador, la forma de construir el mundo... que te gustaría destacar por su importancia en la trama?

TessaNo es que quiera destacarlo por su importancia, pero sí me gustaría comentar que yo nunca escribo en pasado, y como el principio de esta historia ya lo tenía escrito así, decidí forzarme a escribirlo igual. Cuando me puse a ello, pensé que si estaba en pasado era por algo, porque debía estar hecho así, y la verdad es que estoy muy contenta con el resultado.

Me gustaría destacar que, cuando leáis mi texto, su título tendrá mucho más sentido.

CometaSoy muy fan de incorporar el título del relato dentro del texto. Creo que le da mucha fuerza a la historia y hace que el lector interiorice mejor el mensaje. Lo hice también con «Lo que nos hace humanos» en Renacer y creo que es una manera muy bonita de poner punto final a una historia. También me encanta incorporar dualidad en mis historias, dos personajes fuertes y cuyos problemas son más fáciles de llevar gracias a la otra persona. Creo firmemente en que la unión hace la fuerza y a veces necesitamos un ligero empujón para ponernos de nuevo en marcha.


Cuéntanos algo sobre los otros escritores de la Antología.

Tessa¿Qué quieres que te cuente? Que ha sido un placer trabajar con vosotros porque todos os habéis implicado muchísimo en todo el proyecto. Nos habéis dedicado unas palabras muy bonitas también por todo nuestro trabajo, y aparte de escritores maravillosos, me llevo amigos que merece la pena conservar. 

Todos habéis puesto vuestro granito de arena y todo vuestro cariño para que todo esto saliera bien, y creo que se nota en cada palabra de la antología.

«Aquí soñamos juntos».

CometaPodría pasarme horas hablando maravillas de todos y cada uno de ellos. Tienen ese brillo en los ojos que les hace únicos. Están llenos de ilusiones, sueños y tienen un talento arrollador. Estoy deseando verlos lograr cada uno de sus sueños y acompañarlos en sus aventuras literarias.

He sido muy feliz estos meses de trabajar con ellos, conocerlos, e ir descubriendo sus gustos y su forma de ver el mundo. Son trabajadores hasta decir basta. Han hecho de esta antología un viaje precioso y divertido, y no tengo ninguna duda de que van a conseguir todo lo que se propongan. Así que, autores de «Legado», solo puedo deciros: gracias. Gracias por todo.





¿Dónde podéis encontrarlas? Aquí:




miércoles, 23 de marzo de 2022

Abierta la inscripción durante 24 horas - I Campeonato de Microrrelatos de latapadelbaul.es

 


A partir de este momento, queda abierta la inscripción en el campeonato a través del formulario siguiente:

Formulario de inscripción

Como se indicaba en las bases, esta inscripción solo estará abierta durante 24 horas. Por lo tanto, la inscripción se cerrará el 24 de marzo a las 10.00 am (hora española).




martes, 22 de marzo de 2022

Las Truculentas: Tras la puerta - Relato completo



(Este es un relato escrito entre varias personas. Cada una ha trabajado una parte diferente, con su propio estilo, pero todas han contribuido a que sea un gran relato. Se irá publicando cada día un relato y, a final de mes, se publicará el relato completo. Se puede seguir la serie de relatos aquí: Truculentas)


        La brisa mañanera del sábado acariciaba su rostro despejando el atisbo de estrés que aquel almacén le producía. Pensando en los sucesos que habían acontecido hace pocas horas en el trabajo, deseaba llegar a casa y dormir. Se encontró con el monumento al colonizador más sanguinario de la historia de su pequeña ciudad. A su lado, un banco donde la luz del sol pegaba de lleno en su madera y al sentarse en él, sintió un calor por todo su cuerpo haciéndola suspirar.

      Justo delante de ella, sin tapar al astro rey, estaba él. Analizó al hombre piedra por piedra. Se percató de que había un gato negro dormido a los pies del gigante y cerró los ojos, dejándose dormir. Una pregunta llegó a su cabeza veloz y sin avisar. ¿Alguna mujer estaría en aquel barco? Hacía siglos que zarpó con decenas de hombres sanguinarios, hombres de Dios, hombres de armas. ¿Qué hubiera pasado si una mujer estuviera ahí contando su historia? 

        Eso nunca lo enseñaron en la escuela. Sus pensamientos se interrumpieron por el movimiento de aquel gato que suponía dormido. La miraba con unos ojos enormes y brillantes, giró su cabeza y comenzó a caminar. Ella sintió el impulso de seguirlo. Fue un sentimiento tan fuerte que su corazón comenzó a palpitar tan veloz como aquella idea. 

        La mujer se levantó de aquel banco y se alejó del gigante de piedra.

        El caminar del animal era pausado y elegante, casi poético. Una pata tras otra y el rabo en alto. Tan ensimismada estaba la mujer que no se dio cuenta que caminaba sobre tierra y hacía rato que había dejado la acera. A su alrededor, la maleza se extendía verde. El sonido de los mosquitos la rodeaba, pero ella seguía caminando con curiosidad.

     Pronto, llegaron a un claro donde la luz del sol se dejaba ver entre los árboles altos. Sonrió maravillada con el espectáculo que la naturaleza le ofrecía.

        —Alto, humana —escuchó. Lo que hizo que se detuviera en seco girando la cabeza hacia los lados buscando a su interlocutor—. ¡Estoy aquí, mamarracha! —La mujer miró hacia abajo y ahí se encontraba su acompañante felino observándola con esos ojos—. Mi señor escuchó tus plegarias. —Ella arrugó el ceño en una mueca sorprendida—. No hagas eso, por favor, pareces estúpida.

        —Perdón…, ¿señor gato? —titubeó.

      —Soy hembra —exclamó irritada—. ¿Llevas todo el rato mirándome el trasero y no te has dado cuenta?

     —Lo siento, lo siento. —Ella agitó los brazos sin saber qué hacer. De la sorpresa pasó a la vergüenza.

        —Ya me advirtieron, ya… —dijo la gata entornando los ojos—. Como te iba diciendo, mi amo te da la oportunidad de que cambies de vida. —La gata caminó  hacia un árbol mientras hablaba y lo rodeó. Para sorpresa de la mujer, esta había cambiado de color a un anaranjado—. Te voy a dar dos opciones. Tú escoges la que desees, y la condición es que no hay vuelta atrás.

        —¿No hay vuelta atrás? —repitió ella.

        —No, no hay vuelta atrás… ¡Y no repitas lo que digo, me pones nerviosa!

        «Es un gato, sin duda», pensó la mujer. «Gata».

        —¿Aceptas? —La pregunta del animal sonó como un eco en los oídos de la mujer haciendo que un cosquilleo la inundase. Sin dudarlo, asintió—. Si cruzas el bosque ahora, verás cosas extrañas o muy comunes, pero las vivirás con un rostro diferente y otro nombre. A lo mejor puedes morir, pero también morirás de aburrimiento si te das la vuelta por donde hemos venido. —Ella giró la cabeza a su espalda. Un trozo de acera se dejaba ver entre la maleza. Su entrecejo se arrugó sin entender—. ¿Y bien?

      La mujer giró varias veces el rostro para ver la calle a lo lejos y a la gata esperando su reacción. Tenía pocas dudas y una casa donde solo la esperaba un cactus que no la echaría de menos. Sonrió y caminó hacia un nuevo destino.

        La maleza se fue abriendo con cada paso que daba hasta llegar a una antigua mansión. 

        —¿Quieres que vaya allí? —preguntó mirando a la gata. 

        —¿Qué quieres tú? Aún no has pillado que esto va sobre ti, niña estúpida. 

        —Soy una mujer adulta. ¡No me hables así!

      —Pues actúa como tal y déjate de mierdas —sentenció la gata justo antes de introducirse en la maleza, dejando a la joven sola frente a la casa de la mansión. 

     Tras varios segundos de duda mirando a un lado y a otro, llamó a la puerta con los nudillos, consiguiendo que el sonido de sus repetitivos golpes retumbase en el interior del edificio con un eco estremecedor. Un momento después, la puerta se entreabrió dejando a la vista de la muchacha una estancia enorme, amplia y circular, únicamente adornada por un piano con una rosa muerta en un pequeño jarrón de cerámica. 

        Nada más adentrarse en la casa, la puerta se cerró tras de ella con un sonido que la estremeció. El corazón se le aceleró por la incertidumbre, pero la curiosidad podía más, así que empezó a investigar la estancia. Nada parecía haber alrededor, nada más que aquel viejo piano que, sin darse cuenta, estaba acariciando como si fuese un olvidado amigo, un recuerdo de algo que le daba ternura y paz. Siguió su viaje por el ala derecha del edificio, donde un pasillo lleno de puertas se presentaba frente a ella sin fin, todas cerradas, pero no bloqueadas. 

        La primera no la abrió, ni la segunda, pero al llegar a la tercera escuchó una voz masculina, grave, fuerte, y quiso conocer al posible dueño de aquella casa. Con un simple giro del pomo, la puerta cedió y le mostró los secretos de aquella enorme habitación roja. Una cama de dosel con un espejo en el techo reinaba en la pared principal de la estancia, mientras que el hombre que había escuchado y dos acompañantes más practicaban el sexo de una manera inimaginable para la joven hasta ese momento. Asustada, cerró la puerta de nuevo, temiendo haber sido vista. Después corrió atrás, hacia la seguridad del piano, y allí se detuvo varios minutos, intentando borrar aquella imagen que había perturbado su sexualidad. 

        Después de un rato, ya más serena y sabiendo que no tenía sentido no moverse de allí, se dirigió hacía el ala izquierda, donde esperaba que la mansión le ofreciera otro tipo de espectáculo. Esta vez no quiso adentrarse demasiado en el infinito pasillo de puertas, por lo que nada más llegó a la primera, la abrió. Dentro, una sala de baldosas blancas con un sumidero en el centro se presentaba frente a ella, vacía, sin actores en aquel escenario que no entendía, por lo que cerró y probó con la siguiente. En la puerta de al lado, una especie de sarcófago de metal con rostro y forma de mujer la miraba desde el fondo de una estancia forrada en terciopelo negro. Sin comprender lo que miraba cerró esta estancia también y se dirigió hacia la mitad del pasillo, olvidándose del miedo y la prudencia con la que entró en aquella ala de la mansión. 

        Esta vez oyó ruidos tras la puerta, por lo que desde que la abrió sabía que alguien habría al otro lado, aunque esperaba que con estos si pudiese hablar. 

        —¿Hola? —preguntó mientras se adentraba en la estancia, pero el sonido de una sierra hizo que el hombre que la portaba no pudiera escucharla y la otra persona que se encontraba en la sala, bueno, digamos que no estaba en disposición de hablar. 

Trastabilló hacia atrás, intentando apartar la vista del cuerpo despedazado frente a ella. Era una mujer, o al menos, eso le pareció, pero estaba tan destrozada que era difícil asegurarlo. El hombre de la sierra reparó en ella y un chillido de terror se escapó de sus labios. No la siguió, ni siquiera se movió de su sitio. Tenía la cara salpicada por la sangre de su presa y notó que su estómago se encogía de miedo cuando una sonrisa macabra se dibujó en su rostro. 

Cerró la puerta de un portazo.

Tenía la respiración acelerada y el pánico la recorría por dentro. Tenía que salir de ese lugar. Haber escuchado a aquella gata había sido un error, pero no podía quedarse allí durante más tiempo. Tenía que volver a su casa y recuperar su vida, por más anodina que fuera. Si la alternativa era una mansión llena de habitaciones misteriosas, elegiría sin dudar su pequeño apartamento. Al menos allí sabía lo que iba a encontrarse al cruzar una puerta.

Cuando su respiración se calmó lo suficiente, giró sobre sus talones, dispuesta a buscar la salida de esa mansión. Pero la primera puerta que había cruzado, marcando así su destino, no estaba por ninguna parte. Por más que recorrió la casa, no encontró la gran entrada, solo más puertas iguales que no se atrevía a abrir. ¿Qué habría detrás de ellas? Aunque la curiosidad era grande, el miedo lo era todavía más, y se mantuvo alejada durante toda su expedición.

Cuando por fin encontró la sala del piano, el mueble que había estado justo frente a sus ojos en el momento de entrar a la mansión, se derrumbó al ver la gran pared de piedra que ocupaba el lugar de la salida de esa pesadilla. Un sollozo se escapó de entre sus labios. Estaba atrapada; quizás para siempre. Había pecado de orgullosa y ahora iba a pagar el precio.

—¿Por qué lloras?

La voz de la gata, de la que casi se había olvidado, la devolvió a la realidad. No la había visto desde que había entrado a la mansión, y, por un momento, se preguntó si ella sabría cómo escapar de aquel lugar. Pero la mirada que le dedicó, casi más humana que animal, le dijo que, si tenía una respuesta, no iba a compartirla con ella. 

—Tengo que salir de aquí —probó igualmente. Estaba tan desesperada que no le importaba arrastrarse de aquella manera. Pero la gata ignoró su miedo por completo , paseándose frente a ella con toda la elegancia que se podía esperar de un animal de su clase.

—Dijiste que querías una vida nueva…

—¡Esto es una pesadilla! —exclamó, notando que las lágrimas volvían a acudir a sus ojos. Se las apartó sin delicadeza—. Acabo de ver a un hombre descuartizando a alguien con una sierra…

—No es lo único que has visto —le recordó la gata, atrapándola con sus ojos inteligentes—. También has visto música, sexo y muerte. Pero hay más cosas entre estas paredes…

—No quiero verlas —repuso ella—. No me interesan. Quiero volver atrás.

—Tomaste una decisión.

—¡No puedo quedarme aquí! —gritó, levantándose del suelo. El miedo empezaba a ser sustituido por la rabia, pero la gata pareció totalmente indiferente. 

—Esta casa cuenta una historia —le dijo, de nuevo paseándose a su alrededor—. Descúbrela y encontrarás la salida.

—Eso no tiene sentido.

—¿Estás hablando con una gata y ahora te quejas de que las cosas no tienen sentido? Un poco ingenuo de tu parte.

Las palabras se le atragantaron, sabiendo que la gata tenía razón. Tras unos segundos en silencio, por fin preguntó:

—¿Qué tengo qué hacer?

—Cada puerta es un episodio, un capítulo —explicó la gata—. Atraviésalas todas y descubre cuál es la historia. Y, quizás, así podrás evitar el final.

—¿Y qué pasa si no lo consigo? 

Nunca debería haberse fiado de ese animal. Lo supo en cuanto su rostro felino se transformó por completo en una sonrisa cruel. No sabía qué era ese ser, pero seguro que procedía del infierno. Igual que todo ese lugar.

—Entonces, me temo que acabarás pagando el precio. Por si todavía no te has dado cuenta, tú eres la protagonista. —Su sonrisa se hizo todavía más macabra—. Y, por lo que me has contado, ya has presenciado tu propia muerte.

Y, con esas últimas palabras, la gata atravesó la pared y ella volvió a quedarse sola.

     Gritó desgarrándose la garganta, soltando improperios; maldiciendo a la gata y a sí misma por haberse dejado embaucar de una forma tan estúpida. La idea de una vida nueva llena de posibles aventuras y lejos de la monotonía la había seducido.

        ¿Por qué decidió seguir al animal? ¿Por qué no huyó cuando lo escuchó hablar?

        «¿Por qué? ¿¡Por qué!? ¿¡POR QUÉ!?», se repitió una y otra vez.

        Sintió como si una mano le oprimiera el pecho, dejándola sin respiración, y cayó de rodillas.

       —Maldito bichejo —masculló con rabia—. Como vuelva a verte, te pienso arrancar los bigotes uno a uno.

        Intentó tranquilizarse. Cogió grandes bocanadas de aire para recuperar el aliento y, con esfuerzo, se puso en pie para mirar luego a su alrededor.

        Además de las infinitas puertas que se encontraban a izquierda y derecha, también había una gran escalera que daba acceso a los pisos superiores.

        —Supongo que en ellos también encontraré más y más puertas —dijo para sí.

        Sin pensar siquiera en lo que hacía, empezó a subir los escalones uno a uno hasta llegar arriba. No se equivocaba. No había ni una sola ventana por la que escapar. Solo puertas.

        Recorrió la estancia en silencio. Parecía que la mansión no tuviera fin. Daba vértigo y mareaba un poco que ni un solo hueco estuviera libre de aquellos accesos a lo desconocido.

    Las palabras de la gata volvieron a su memoria: «Cada puerta es un episodio, un capítulo. Atraviésalas todas y descubre cuál es la historia. Y, quizás, así podrás evitar el final».

        ¿Un episodio? ¿Evitar el final? Pero si las puertas no estaban relacionadas entre sí… ¿Verdad?

       Las estudió con mayor detenimiento. Todas eran diferentes: de madera, de metal, de cristal… Lisas, con dibujos simples o con tallas magníficas. Sin embargo, había algo en ellas que le llamó la atención: algunas puertas tenían extrañas marcas que no casaban con las ilustraciones que las acompañaban. Se preguntó si serían esas puertas las que tendría que atravesar para poder salir de allí y acabar con aquella pesadilla, o de lo contrario, serían las que debía evitar. Estuvo tentada de bajar y examinar las que ya había abierto para comprobar si también las tenían, pero cuando se acercó a las escaleras, vio que alguien las subía.

        —¿Dónde estás, preciosa? —dijo una voz grave que le heló la sangre en las venas —. ¿No quieres jugar y pasar un rato divertido?

        Cada fibra de su ser le dijo que huyera, que saliera corriendo, que tras cualquier puerta sería más segura que allí. Pero sus músculos no le respondieron. Se quedó allí plantada, paralizada del terror, oyendo cómo retumbaban los pasos que poco a poco iban subiendo los escalones y acercándose a ella. Cuando por fin llegaron arriba, el hombre se giró para mirarla con una sonrisa macabra dibujada en su rostro cubierto de sangre.

        —Qué amable por tu parte esperarme, querida —dijo en tono amable pero estremecedor—. Sin embargo, a la próxima, podrías bajar, ¿no crees? Aunque sea divertido perseguiros, suele resultar agotador. —Sonrió amenazador—. Ya me he ocupado de mi anterior… visita, pero creo que de ti también me puedo encargar. Sería muy descortés por mi parte no tratar como es debido a mi nueva invitada.

         Los ojos del hombre estaban fijos en ella cuando tiró de la cuerda de la motosierra. La mujer pudo oír el rugido de un pequeño motor en marcha y lo que le pareció el golpeteo de una cadena oxidada.

         El hombre se hizo oír por encima del ruido de su arma.

      —Te daré cinco segundos para que te acerques, si no quieres sufrir ningún daño. Luego iré a buscarte —dijo—. Uno… dos… ¡CINCO!

       El hombre echó a correr enarbolando su arma y ella no tuvo tiempo para pensar. Se acercó a la puerta más cercana, la atravesó y la cerró a su espalda.

         No pudo ver el símbolo que se iluminaba en la madera.

         No oyó el chasquido que bloqueaba cualquier salida o entrada.

         Lo que sí pudo sentir fue el filo de un hacha a escasos milímetros de su garganta.

        La habitación estaba en penumbra al no haber ventanas y estar iluminada por una única vela, que se consumía en una mesilla. Sin embargo, el filo del arma lograba verse con todo el brillo que aquella llama le permitía. Ella dio un salto a un lado y gateó mientras pensaba en una opción para salir de aquel infierno. Fuera, la esperaba un hombre con una motosierra que conocía perfectamente esa mansión; dentro, había un loco con un hacha. Era mejor enfrentarse cara a cara con el sujeto del hacha que con el de la motosierra.

         Agachada, se arrastraba lo más rápido que podía mientras las rodillas se clavaban en el suelo y el hacha la emboscaba. Notando restos de astillas que volaban con cada nuevo golpe, intentó buscar un lugar donde atrincherarse para pensar o un objeto con el que defenderse.

         Encontró lo segundo por el rabillo del ojo: la sombra de un candelabro parecía moverse cerca de la luz de la vela. No sabía si el objeto existía realmente o si era producto de su imaginación febril con el ataque y aquella luz mortecina, sin embargo, decidió arriesgarse.

       Se levantó apoyando la rodilla derecha con fuerza en el suelo y se impulsó con ella estirando la mano hacia donde parecía estar el objeto. Cuando notó el frío tacto del candelabro y el peso del mismo, lo esgrimió con fuerza hacia su atacante.

         Ambos golpearon a la vez, pero ella fue unos segundos más rápida y brutal, haciendo chocar una y otra vez su arma contra el otro. No podía pensar en nada más que no fuera detener a su enemigo, sobre todo, cuando aún oía el ruido de la motosierra al otro lado de la puerta, aunque este fuera más amortiguado ahora.

      Una vez fue consciente de que el hacha ya no sería un problema, se detuvo. Estaba exhausta, deprimida y harta de aquella situación.

         —Te dije que no hicieras eso, niña estúpida.

        La voz de la gata sonó tras ella.

       —¿Qué no hiciese qué? —preguntó con ganas de golpear al animal como acababa de hacer a su atacante.

        —No estaba hablando contigo, creída —respondió la gata levantando la cabeza en actitud altiva. La gata era de pelo corto azul. Sonaba como la gata, pero no tenía el mismo aspecto de la gata.

        Miró con miedo a su atacante, quien aún lanzaba espasmos rítmicos, pero que dudaba que fuera a respirar más de treinta segundos. No era capaz de distinguir bien por la luz y la sangre, así que se acercó a la vela de la mesilla, la sostuvo en sus manos y se dirigió hasta el cuerpo.

         Allí estaba ella, el cadáver de ella misma. No llevaba su ropa, pero era ella.

        Gritó, y la vela casi se cae de sus manos. La gata aprovechó para colocarse en el pecho del cadáver y fijar sus ojos en ella.

        —¿Vas a coger el hacha otra vez o vas a dejarla quieta como te dije?

      Se sentó en el suelo, al lado del charco de sangre que salía del cuerpo de su otra ella y dio una patada al arma para que estuviera bien lejos.

      —Como ya te dije, estos son capítulos de una historia y tú ya la has vivido. O una versión de ti misma, o varias versiones —rio—. Y la sigues viviendo. Tienes que lograr conocer el orden o conseguir que alguna de tus versiones lo haga. Aunque ¿para qué quieres que otra viva tu vida?

       Ella buscó el candelabro con la mano que no sujetaba la vela y lo lanzó contra la estúpida felina. Esta dio un salto, y se marchó entre risas.

       —Yo ya la avisé a ella —dijo señalando el cadáver—. Puedes hacerme caso y seguir buscando o esperar a que otra tú entre y la mates con el hacha. Es tu decisión.

        —¿Es eso cierto? ¿La avisaste tú?

        La gata la miró, irritada.

      —No sé por qué me molesto contigo —bufó—. Debes de ser la versión más dura de mollera de todas las que han pasado por aquí. ¿Acaso no has escuchado nada de lo que he dicho?

        —Bueno, no sé. Dices que yo soy una versión. ¿Y qué hay de ti? Tienes un aspecto diferente cada vez que nos vemos. Cambias de color: ahora eres azul, pero también has pasado por el negro, el naranja…

        La oreja de la gata tembló, y la mujer sonrió, triunfal.

      —No la avisaste tú —rio—. Le avisó  otra versión de ti. Y dime, querida… ¿Qué le pasó a esa versión?

       La gata miró en derredor con el pelaje de punta. La mujer se levantó y alumbró una esquina de la habitación: un cuerpo peludo envuelto en sangre apareció ante la iluminación danzarina de la vela.

        La gata lanzó un maullido lastimero y fue hacia la puerta.

        —Está cerrada, ¿recuerdas? —dijo la mujer, acercándose al cadáver de su anterior versión. La gata saltaba sobre la manilla y arañaba la cerradura, pero la puerta no se movía—. ¿Crees que tu nueva versión sobreviviría a la mía? —inquirió, recogiendo el hacha de su propio cuerpo sin vida. Dejó la vela sobre la mesita de noche y se plantó con las piernas abiertas, agarrando el arma con las dos manos.

      —Te dije lo que pasaría si cogías el hacha, niña estúpida. —La gata le dio la espalda a la salida, dispuesta a arrancarle la piel a tiras a aquella mentecata que no servía ni para obedecer.

        —Lo sé. Y por eso tengo una propuesta para ti.

        —Dice la que me apunta con un hacha.

       —Es en defensa propia. Tú tienes uñas y eres veloz. Si no me has atacado aún es porque tampoco sabías que eras una versión. Pero no tenemos por qué enfrentarnos. Podemos colaborar y darle su merecido al que nos ha metido en este bucle. No tengo por qué seguir buscando sola ni matar a mi próxima versión. Tú misma lo has dicho: quiero vivir mi propia vida, y estoy segura de que tú también. Con tus conocimientos podemos salir de aquí.

        —¿Y qué me dice que no me vas a soltar un hachazo en cuanto baje la guardia?

      —Ambas sabemos cuál será el resultado si nos enfrentamos —respondió la mujer, señalando sus respectivos cadáveres con la mirada.

       —Eso es cierto —gruñó la gata, con la mirada fija en la bola de pelo que reposaba sobre la esquina.

        —Y como muestra de buena fe, empezaré por presentarme: soy Victoria.

        Una luz brilló en el cuarto, y una nueva puerta apareció en la sala. Era de madera labrada y estaba coronada por un arco. La gata maulló, admirada.

        —Había olvidado que los nombres tienen un poder especial… —ronroneó.

        —¿Qué me dices? ¿Aliadas?

        Un temblor sacudió la puerta que estaba a espaldas de la gata.

        —¿Estás ahí, preciosa? ¡Oh, vamos, puedo oírte, Victoria! Porque es así como te llamas, ¿verdad? ¡VICTORIA! —rugió golpeando la puerta.

        Otra vez esa voz que tanto la atemorizaba. La muchacha y la gata se miraron y, como adivinándose el pensamiento, corrieron hacia la nueva salida.

       Una vez bajo el arco, ambas frenaron en seco. La oscuridad al otro lado era casi absoluta y un fuerte viento les arrojaba arena sin piedad. Victoria se cubrió la cara con una mano y extendió la otra hacia delante despacio, temerosa, blandiendo el hacha como toda defensa, y la dejó de ver.

        Adelantó también un pie y confirmó que el suelo, a pesar de que su vista no alcanzaba a percibirlo, estaba ahí.

        La gata amusgó los ojos, alternando la mirada entre la muchacha y el vacío que se abría ante ellas. Empezó a recular pensando que aquella no era la mejor de las ideas, pero el ruido de la motosierra abriéndose paso las espoleó.

        —¡Vamos! —gritó Victoria animando a la gata, que saltó hacia la oscuridad detrás de ella.

     Corrían con paso indeciso, a velocidad inconstante, guiadas por el más puro instinto de supervivencia sin dejar de escuchar los sonidos de la motosierra y los gritos de aquel hombre. En un traspiés, por el propio acto reflejo de agarrarse a algo para no caer, soltó el hacha. Maldijo su torpeza de abandonar la única arma que había conseguido desde que entrara en ese horrible lugar.

        Tanteó con los pies el terreno en vano intento de localizarla entre toda esa negrura que las envolvía. No podía entretenerse más, así que se resignó a su suerte y siguió corriendo.

          No sabrían decir cuánto tiempo anduvieron así. Solo sabían dos cosas: la motosierra se oía más lejana, y tenían la sensación de llevar media vida ahí.

          En su carrera, la gata adelantó a la muchacha colándose entre sus piernas. Victoria tuvo que frotarse los ojos para comprobar que no la engañaban. Aminoró la marcha hasta detenerse, apartándose el pelo de la cara con manotazos poco delicados.

        —¿Qué haces? ¿Vuelves a comportarte como una niña estúpida? —le dijo el animal, que había percibido que Victoria se quedaba atrás.

        —Mírate; para un momento y mírate. —La gata frenó su marcha más dispuesta a atacar a esa muchacha que retrasaba su huida que a otra cosa.

       —¿Pero qué…? —Se interrumpió. No daba crédito. Sus ojos, menos felinos que nunca, observaron su pelaje.

        —¡Eres blanca! —Le confirmó con un grito apenas contenido—. Y no solo eso: hay luz en torno a ti. O sea, no es que seas una bombilla, pero te pareces bastante.

        Apenas podía contener la risa. De pronto se tensó. Una frase empezó a resonar en su cabeza: «Los nombres tienen un poder especial».

        —¿Cómo te llamas? Vamos, dime. —Echó un vistazo a su espalda. Estaban perdiendo tiempo y, aunque apenas oía la motosierra, no quería entretenerse demasiado—. ¿Cómo te llamas?¡Vamos, dilo!

        —¿Cómo me llamo? No sé… —dudó— ¡Yo no tengo nom…! ¡Blanca, creo que alguien me llamó Blanca una vez!

        —¡BLANCA! —bramó, apretando los ojos y los puños.

       Se hizo el silencio. Victoria no oía nada más que su respiración. Abrió lentamente un ojo y tuvo que cubrirse la cara con las manos. La claridad no era cegadora, pero sí incómoda después de tanta oscuridad.

        Victoria no sabría explicar por qué, pero estaba convencida de que la amenaza había desaparecido. El hombre de la motosierra ya no la perseguía, la arena no le hería y nada ponía en peligro su vida. 

        Se atrevió a abrir por fin los ojos y a mirar alrededor. Lo que encontró no se parecía a nada de lo que había visto hasta el momento en esa casa de locos. Era un jardín. Un seto verde y tupido, mucho más alto que ella, cercaba un claro tapizado de hierba y flores. «Vuelvo a estar atrapada», pensó de nuevo al borde del pánico, y fue entonces cuando recordó a su compañera de huida.

        Giró sobre sí misma y buscó a Blanca, preguntándose de qué color sería esta vez su pelaje, pero no la vio por ninguna parte.

      —¡Blanca! —gritó con toda su fuerza. Después de todo, la había ayudado a escapar de la motosierra; le estaba empezando a coger cariño—. Blanca, ¿dónde estás?

        —Aquí.

        La voz de la gata se escuchó lejana pero clara. Se volvió hacia el sonido y se dio cuenta de que no estaba atrapada: al otro lado del seto había una abertura, como una puerta hecha de vegetación.

       Con el corazón todavía golpeándole las costillas, se dirigió hacia ella y la cruzó. Al otro lado la esperaba un pasillo de los mismos setos altos y frondosos.

        —No es un jardín —se reprochó en un susurro—. Es un laberinto.

        Dispuesta a encontrar la salida ahora que no tenía la muerte en los talones, volvió a llamar a la gata para orientarse por el sonido de su voz.

        —Derecha —decidió al momento, segura de que estaba en esa dirección.

        Avanzó por el pasillo vegetal durante unos minutos, sin encontrar ninguna bifurcación hasta que se topó en un callejón sin salida. Extrañada, volvió sobre sus pasos, pero no pasó de nuevo por la entrada del claro. 

        Al rato ya estaba a punto de perder otra vez la paciencia y echarse a llorar. No era posible que se hubiera perdido en un pasillo recto: tenía que ser la casa actuando otra vez en su contra. Iba a empezar a gritar cuando escuchó de nuevo la voz de Blanca.

        —Sigue un poco más —se escuchaba mucho más clara y cercana—, ya te queda poco.

       Espoleada por los ánimos y la proximidad de su compañera, continuó avanzando. Solo unos metros más allá, llegó a un cruce de caminos y tomó sin pensar el de la izquierda. Hizo lo mismo en las siguientes cuatro intersecciones, siempre a la izquierda. De vez en cuando, Blanca le decía que ya casi estaba. Su voz cada vez se escuchaba más cercana.

     Por fin, tras lo que pareció un siglo, llegó a otro claro, similar al anterior pero más amplio y luminoso. Y no estaba desierto.

      Allí no la esperaba la gata Blanca, como ella pensaba, sino una mujer, humana en toda su definición, más o menos de su edad, con el cabello rubio y vestida de blanco. Esta misteriosa figura, por si fuera poco, no estaba sola; la acompañaba un hombre que le resultaba extrañamente familiar.

        —Bienvenida, Victoria. —La chica habló con la voz de la gata—. Veo que no te has perdido en el laberinto.

        Victoria dudó antes de hablar. Había aprendido por las malas que podía esperar cualquier cosa, y no precisamente buena.

        —¿Dó… dónde está Blanca?

        —Yo soy Blanca. Siempre lo he sido. Por eso esta fue la primera puerta que abriste.

       Quiso replicar, pero antes de poder hacerlo, todo cambió. El claro del laberinto se desvaneció, la hierba se esfumó de debajo de sus pies y a su alrededor se materializó una habitación que ya conocía.

        —Bienvenida al principio —dijo Blanca.

       Era la estancia de la cama con dosel, la del espejo en el techo. La que, cuando abrió la puerta, le mostró a un hombre que practicaba sexo con dos mujeres.

        Ahora sabía que Blanca era una de las dos mujeres, pero… ¿quiénes serían las otras dos personas?

        Examinó la habitación con la mirada . A su lado parecía estar la puerta de la vez anterior. Sabía que esa no era la solución; no estaba dispuesta a repetir un error y que aquel bucle comenzara de nuevo. Intentó buscar otra forma de salir de allí cuando una voz masculina la sacó de sus pensamientos:

     —No seas tímida, aquí hay hueco para una princesa más. —Aquellas palabras le produjeron escalofríos, pero qué podía hacer. Tampoco tenía otra opción.

        Ella asintió y, sin saber muy bien qué hacer, se acercó a la cama. Había dado un par de pasos cuando se dio cuenta de que ya conocía aquellos cuerpos y que no era la primera vez que los veía desnudos y sudorosos, entre las sábanas.

        Era cierto, ahí había empezado todo. Por eso había decidido aceptar la estúpida propuesta de la gata.

        Aquel día todo parecía que iba bien, había terminado de preparar todos los envíos que tenían que hacer en el almacén, el capullo de su jefe la había dejado salir antes y coincidía que su novio estaba de paso por allí. Qué más podía pedir, ¿verdad? Pues quizás, no habérselo encontrado tirándose a una de sus compañeras.

        Pero aquello, aunque pareciera irónico, no era lo más importante, ¿Qué hacía Asier allí? Y además, ¿por qué la estaba tratando como a una desconocida? Estaba claro que mientras le metía la lengua a su compañera mucho no se acordaba de ella, pero ¿ahora? ¿Asier? ¿Haciendo un trío?

        A ver, ella estaba bastante satisfecha con su novio. Bueno, tenía que dejar de llamarle así. Él nunca había sido la cosa más pasional del mundo. Siendo sinceros, era más bien paradito y, sobre todo, no era innovador. Al parecer, la infidelidad no era lo único que desconocía de él.

       Volviendo a la cama, ¿qué hacía ella también allí? Intentó mantener la calma. Asier, Blanca y… ¿ella?, habían vuelto a la acción. Estaba tardando demasiado. Tenía que pensar algo, y unirse era la única solución.

        Una idea pasó por su mente mientras se desvestía. Empezaría a liarse consigo misma. Es verdad que era raro, pero quizás sería lo menos incómodo teniendo en cuenta que no le apetecía probar la nueva versión empotradora de su exnovio ni entregarse a la pasión con una exgata. 

        Y así lo hizo, si se puede llamar a eso hacerlo. En cuanto le acarició la piel, desapareció aquella versión de sí misma, cosa que no percibieron los demás componentes de aquella cama. No tenía escapatoria: volvían a ser tres y acababa de empezar a ser el centro de atención.

        Por algún motivo, aquella situación se estaba empezando a volver agradable, quizás demasiado. Por un momento, incluso dejó de pensar: estaban pasando y haciendo cosas que no creía posibles, pero que no le sentaron nada mal. Daba la sensación de que su racionalidad se había esfumado con los besos y las caricias. Cada parte de su cuerpo estaba siendo atendida por sus dos acompañantes, y tampoco quería apresurarse a renunciar a ello. ¿En qué otra situación iba a verse así?

      Pero Blanca no parecía pensar lo mismo cuando decidió centrar toda la atención en Asier y descender por su cuerpo a besos. Una parte de Victoria se encendió, pero esta vez, no era precisamente el deseo. ¿Qué le estaba pasando? No lo sabía, pero quería que parasen. No aguantaría mucho más viendo cómo Blanca y Asier…, en fin, no quería seguir viendo eso. Aquello sirvió para que sus ideas se aclararan y volviera al plan inicial.

         A su lado había una serie de lazos rojos y un antifaz, que por todas aquellas novelas «románticas» que había leído, sabía muy bien cómo usar. Ataría a Asier a la cama y así podría ganar tiempo, y sobre todo haría que ellos dos, bueno, parasen.

        Apartó suavemente a Blanca de encima de Asier, a quien cubrió los ojos con el antifaz. Una vez con ellos tapados, y sin dejar aquel juego que habían empezado de caricias y besos, Blanca le guiñó el ojo. Pudo ver entonces que aquella mujer no era una versión, pues parecía saber cuáles eran sus intenciones. Daba la sensación de que la ayudaría. Ambas ataron al hombre que yacía en la cama.

        Quizás no le habían atado de la manera más seductora; Blanca no era conocedora de esas técnicas. Si salían de esta, le recomendaría alguno de sus libros favoritos. No obstante, esperaba que fuera suficiente para poder escapar. Ahora, solo tenían que descubrir cómo.

        —Mmm, mis chicas malas. Cómo me gusta cuando os ponéis así. 

      Ellas se acercaron y continuaron. No podían dejar que él sospechara, eso solo complicaría las cosas. Esta vez la idea fue de Blanca, quien volvía a estar encima de Asier mientras besaba a Victoria.

        —Su nombre, tenemos que descubrir su nombre —dijo con los labios demasiado ocupados como para que Asier la escuchara.

        Fue entonces el turno de Victoria, quien gritó con todas sus fuerzas.

        —¡ASIER!

        ¿Cómo no se le había ocurrido antes?

      Una puerta, se dibujó en la pared y ambas corrieron en su dirección. Victoria llegó al umbral. Blanca estaba a punto cuando ambas advirtieron que Asier se había desatado y corría hacia ellas. Sabían que no las dejaría escapar.

        Blanca frenó en seco y se giró. Asier iba a alcanzarlas; por su culpa, Victoria estaba allí. Ahora tenía que salvarla.

        —Vete sin mí. Yo me encargo.

        Unos brazos tiraron de ella.

        —Yo sola no puedo.

        Eran los brazos de Victoria. ¿Habría sido suficiente?

        Las dos mujeres tiraron la una de la otra con todas sus fuerzas, con cada fibra de sus cuerpos y con todo el empeño de sus voluntades puesto en escapar de allí. Una mano de Asier trató de detenerlas, pero el agarre no fue firme y no logró retenerlas.

    Atravesaron la puerta lanzadas, aterrizando en un enredo jadeante del que necesitaron unos momentos para desenredarse. Después, en un arrebato tan repentino como liberador, Blanca rompió a reír y Victoria se contagió, con carcajadas nerviosas que duraron hasta que se quedó sin aire.

        —¿Dónde estamos? —preguntó Victoria en cuanto pudo hablar, aún esforzándose en respirar a un ritmo normal.

        —¿Sinceramente? —Tras dejar de reír, Blanca se apartó varios mechones rubios que le caían sobre los ojos y se puso en pie con algo de dificultad—. No tengo ni idea. No hay nadie intentando matarnos, me conformo con eso.

       Se encontraban dentro de la casa, eso era lo único que Victoria tenía claro. Parecía un vestíbulo mal iluminado, amplio y de paredes frías, pero no recordaba haber pasado por allí o que alguna de sus versiones lo hubiera hecho. Se acordaría de la escalera central, enorme y cubierta por una alfombra granate que había visto días mejores. Se acercó para verla con más detalle. El pasamano olía a metal viejo y aún se veían unas pequeñas gotitas marrones que no habían limpiado bien. Todo aquello llevaba allí desde tiempos inmemoriales, y algo le decía que no era la única que había caído en la trampa de internarse en la casa.

       —¿Y ahora? —preguntó mirando hacia lo alto de las escaleras. Estas se curvaban hacia la izquierda y no se veía adónde llegaban.

        —Sigues haciendo preguntas estúpidas. Solo hay un camino. 

        —Ya no me fio de nada —se excusó Victoria, y siguió los pasos de Blanca escaleras arriba.

        —Y haces bien —respondió su compañera, quien avanzaba con decisión.

       Los peldaños continuaban sin tener fin. Tras subir al primer piso, se enroscaban hacia el otro lado y seguían subiendo. Curva tras curva, vuelta tras vuelta, seguían ascendiendo, y Victoria ya no sabía dónde estaban, ni tampoco intentaba saberlo. Había aprendido, bastante por las malas, que si la casa no le ofrecía alguna alternativa era porque no la había.

       La ascensión no había terminado cuando llegaron a la encrucijada que Victoria estaba esperando, aunque en su fuero interno deseaba no encontrarla nunca. Un pasillo estrecho, apenas suficiente para una persona.

        Pasó al lado de la exgata y se internó en él. Apenas había dado tres pasos cuando se topó con una puerta. Esta vez no dudó al extender la mano hacia el pomo, pero este no cedió en ninguno de sus intentos por abrirla.

        —Qué raro —dijo, aunque luego no respondió a las preguntas de Blanca.

      En el pasillo no había ventanas y hasta la puerta no llegaba casi nada de la luz que iluminaba la escalera. Por eso deslizó las manos por toda la superficie. Estaba muy fría y era lisa excepto por unos huecos que encontró bajo el pomo, en el lugar que sería para la cerradura.

        Se arrodilló para intentar verlo mejor. Deslizó despacio los dedos por allí y esos extraños símbolos que recordó haber visto en otras puertas dejaron de serlo para formar una única e inconfundible palabra: Blanca.

        —Aquí pone tu nombre —le dijo a la otra mujer, que estaba apoyada detrás de ella tratando de ver lo que veía ella.

        Cambiaron de posiciones para que Blanca pudiese comprobarlo por sí misma.

        —Es verdad —dijo sorprendida, y luego se incorporó.

        La puerta se abrió con docilidad en cuanto rozó el pomo.

      —Creo que es para mí. Solo para mí —añadió, aunque no hacía falta: Victoria también había llegado a esa conclusión—. Gracias. Por no dejarme atrás —especificó Blanca, y Victoria se encogió de hombros para no darle importancia—. No todas lo hubieran hecho.

        Las dos supieron que esa última frase era una certeza más que una suposición.

       —Tú también me has ayudado —dijo sin saber muy bien cómo actuar. Nunca se le habían dado bien las despedidas, pero quedarse en silencio le resultaba demasiado incómodo.

        Le dio la impresión de que Blanca iba a decir algo, pero esta terminó por menear la cabeza con los ojos brillantes. Después giró sobre sus talones y dio el primer paso hacia la puerta. Victoria se quedó esperando hasta que Blanca desapareció al otro lado. No había podido ver nada de lo que le esperaba allí, solo una impenetrable luz blanca que la cegó un poco, pero a juzgar por la sonrisa que puso Blanca cuando la abrió, no había sido así para ella.

       Se sintió más sola incluso que la primera vez que recorrió unos pasillos similares y a la vez muy distintos. La caminata no duró tanto, o al menos se le pasó mucho más rápido que antes. La siguiente puerta apareció de frente, en el final de las escaleras. Era muy parecida a la de Blanca, por eso lo supo antes de comprobarlo. 

        Era su puerta, la que llevaba grabado su nombre; la que reconoció su contacto y se abrió en cuanto tocó el pomo.

        Unos pocos pasos y un vistazo rápido bastaron para reconocer a la perfección dónde estaba. Hacía años que había dejado esa casa atrás, y esa vida también. Los pelos se le pusieron de punta y todos los recuerdos cayeron sobre ella como una losa. Estaba en la habitación de su infancia. Se centró en la litera y, cuando vio que una pequeña forma la miraba desde arriba, su cuerpo entero se paralizó.

―¿Qué haces tú aquí? ―dijo la voz de arriba. Era Lura, su hermana mayor—. Te dije que durmieras en casa de tu amiga, hoy papá iba a…

El sonido de la motosierra comienza a escucharse más y más cerca cada vez.

—Venga, escóndete bajo la litera, ¡rápido! —susurró Lura intentando no llamar la atención.

Victoria hizo caso a lo que su hermana le pedía sin rechistar. La motosierra se acercaba, y ninguna de ellas podía detenerla. El corazón de Victoria comenzó a acelerarse, al igual que su respiración, y puso la mano sobre su boca para no emitir ningún sonido que alertara al hombre de su presencia. La motosierra dejó de escucharse; sin embargo, unos pasos fuertes y constantes ocuparon su lugar. Victoria oyó cómo esos pasos se acercaban más y más hasta que quedaron frente a ella. No sabía qué hacer, y permaneció en silencio, pero asomó un poco la cabeza por debajo del somier. El hombre no llevaba una motosierra, sino un cuchillo de largas dimensiones. Los ojos de Victoria se agrandaron y, cuando escuchó cómo el arma atravesaba el cuerpo de su hermana mayor, lo único que pudo hacer fue llorar en silencio. Los gritos agónicos de Lura se le clavaban como si ella misma estuviera siendo acuchillada. 

        Debería haber hecho caso a lo que ella le dijo, porque, de algún modo, sabía que esa noche sería la última. Permaneció en silencio hasta que el hombre se alejó de ella y se fue por el pasillo. Estremecida, salió de debajo de la litera y, con las manos temblorosas, se acercó al pomo de la puerta, dio unos cuantos pasos y la cerró.

—Te dije que sería un proceso duro para ti. Concédete unos segundos para volver y saber dónde estás.

Victoria abrió los ojos de golpe, mirando a todas partes, pero sin ser capaz de centrarse en nada. Estaba tumbada en medio de una habitación decorada con colores claros y varias plantas. A su lado, una mujer con un cuaderno entre las manos le sonreía.

—No-no-no entiendo, ¿qué acaba de pasar? ¿Dónde estoy?

—Estás en mi consulta, a salvo —dijo la mujer—. Victoria, acabas de rememorar el peor recuerdo que te atormentaba desde pequeña. No has podido avanzar con tu vida durante todo este tiempo porque tú misma te pegabas hachazos, impidiéndote seguir adelante. Ahora que sabemos la causa, podremos tomar medidas, ir a cursos, e incluso a rehabilitación…

Victoria dejó de escuchar esa voz que tanto le sonaba, pero que aún no era capaz de identificar. Miró una vez más a su alrededor y, cuando vio que un gato negro descansaba a los pies de la mujer, suspiró aliviada. Sin mediar palabra, se levantó de la cama y se acercó a la gata para acariciarla.

        —He descubierto la historia. He vuelto a mi vida real —le susurró Victoria.

        —Niña estúpida —contestó la gata.





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