Aquel era un día sorprendentemente caluroso para estar en febrero. Esperaba a Zahara sentado en un banco, mientras veía pasar los pocos coches que circulaban junto a aquel precioso parque. A lo lejos oí un relincho e imaginé que habría salido de alguna película del oeste que estuvieran emitiendo por la televisión. Revisé mis notas antes de la entrevista:
Zahara C. Ordóñez. Andaluza, le encanta la historia, especialmente el s. XIX, los cementerios, la música y el mar. Siempre le ha gustado leer, respira literatura y letras. Ha escrito varios libros: «Málakor», «Negro sobre Azul» o «Destinos en la Tormenta». Es jurado de algunas antologías, participa en otras, forma parte de La horda, un podcast literario... Por si fuera poco, ahora publica la saga de El Azahar, cuyo primer libro es «La irrevocable rendición de un duque». Y su gato se llama Sherlock Holmes.
Levanté la vista y vi que se aproximaba un precioso carruaje tirado por un par de orgullosos caballos. Al llegar a mi altura, el cochero detuvo el vehículo. Se bajó de un salto y acudió raudo a abrir la portezuela lateral. Alzó la mano y ayudó a descender a una mujer que lucía un vestido rojo que quitaba el aliento. En los hombros llevaba un chal blanco para protegerse del fresco, que acompañaba con unos ojos profundos y una sonrisa que parecía no tener fin.
―Debéis de ser el señor Durán.
―Esto, sí, eso creo. Quiero decir, soy yo, Mario Durán. Encantado de conocerla, señorita Ordóñez ―dije, tratando de cerrar la boca.
―Un placer. Aunque hace sol, quizá sería buena idea buscar un sitio algo más recogido, por si se levanta algo de aire, ¿le parece bien?
―Claro, por supuesto. Hay una cafetería aquí cerca. Sígame, por favor.
Caminamos despacio hacia el establecimiento. No sé si tardamos cinco o cincuenta minutos, pero sí que recuerdo algo: todos los niños y niñas que nos cruzamos se quedaban embelesados ante el vestido, que parecía llamear bajo la luz del sol. Al llegar, luché con mis manos para sacar el bloc, el bolígrafo y la grabadora.
«La irrevocable rendición de un duque» es el primer libro de una saga protagonizada por los hermanos de la familia Alborada. Este se centra en Samuel, el hermano mayor, pero nos hace una introducción sobre cómo son el resto y nos permite entrever qué tipo de problemas podremos encontrar en los próximos libros, según la personalidad de cada uno. ¿Cómo se te ocurrió la idea de contar la historia de todos ellos?
La idea surge de una reunión con mi querida editora, y la base de todo fue «la historia de una familia». Tenía claro que iba a ser la de unos hermanos, porque siempre he sido una enamorada de las grandes sagas familiares, y que sean muchos hermanos te da un montón de posibilidades. Cada uno con su personalidad, sus inquietudes, su forma de ver la vida…
El otro nexo importante, el pilar que lo sustenta todo, es El Azahar, la finca. Al fin y al cabo, todo se arma alrededor de ella. Sin su presencia, no existiría la historia. Es un personaje más en la novela y nace fruto de mi parte más nostálgica. Me he criado en una tierra rodeada de grandes cortijos y haciendas, algunas ya en decadencia, pero que fueron gloriosas en tiempos pasados, y necesitaba escribir una historia que me conectase con esas raíces; con esos paisajes agrícolas en los que los campos se unen a la sierra. Me imaginé a una familia que durante siglos ha habitado en el mismo lugar, que ha luchado por él y que se siente ligada en cuerpo y alma a cada milímetro de su tierra, pues depende en todos los sentidos de ella. Me planteé qué pasaría si estuviera en peligro y ahí es dónde empieza todo. En la pregunta: ¿qué harías tú para salvar lo que más amas? Y ese «lo que más amas» no siempre tiene por qué ser El Azahar.
Por cierto, estuvimos un buen rato dándole vueltas al nombre y al final este cayó por su propio peso, porque creo que no hay nada más evocador en Andalucía y en buena parte del Mediterráneo que el aroma del azahar.
Y ya, para terminar con esta pregunta, comentar que sabía que iba a ser en el siglo XIX desde el principio, porque me fascina. Además, ya tenía cierto camino hecho en cuanto a documentación a mediados de ese siglo, a causa de Destinos en la Tormenta, y eso era una ventaja.
Los Alborada se encuentran en una situación delicada. Otrora gran fortuna, ahora mismo la familia se encuentra al borde de la ruina por un desastre naval. Además, el padre ha muerto recientemente así que Samuel, ahora Duque, decide tomar las riendas, tomando una serie de decisiones con las que no todos están de acuerdo. Cuéntanos un poco sobre cómo preparaste la reunión familiar y los hilos que van a salir a partir de ahí.
Me encanta el eufemismo de «en una situación delicada». Me has arrancado una carcajada. Están fatal. No nos vamos a engañar. Un paso en falso y todo por lo que decenas de generaciones han luchado se hundirá en el fango. Y esa perspectiva es muy dura cuando perteneces a una familia así, tan orgullosa de su linaje y su apellido; de sus logros. En el tercer libro, el de Simón, él dice: «Mis antepasados habían visto el alba de esa tierra y yo vería el ocaso. Ellos, la vida; y yo, la muerte». Se supone que, cuando recoges el testigo de tus antepasados, tienes que sumar, no restar. Pero claro, no todos los tiempos son iguales y los que les ha tocado vivir a estos siete hermanos son bastante complejos. Ya no están hechos para las viejas familias de la aristocracia. La burguesía les está ganando el pulso en muchos aspectos y tienen que renovarse o morir. En cualquier caso, y citando a la propia historia «un Alborada nunca se rinde» y ellos no se van a rendir.
Tenía que presentar a los personajes en muy poco espacio, porque además la idea de estas novelas es que sean cortas, así que había que dar algunas pinceladas de ellos, pero que fueran suficientes como para que el lector se hiciera cierta idea de cómo son. O, quizá, cómo aparentan ser, porque no podemos olvidar que, en la reunión inicial, lo vivimos todo desde los ojos de Samuel y en un momento muy concreto. En cualquier caso, podemos atisbar parte del carácter de los Alborada. Ese Samuel firme; ese Diego canalla; ese Simón más serio. La Elena de armas tomar, la Beatriz más resignada, la Lidia disconforme, la Alba paciente. Sabía que me iba a dar mucho juego que los hermanos no se parecieran en nada, aunque sin perder nunca ese rasgo de los Alborada, que es su resiliencia, el amor por El Azahar y por sus hermanos, que demuestran, cada uno a su manera. Vemos también las exigencias que Samuel les impone en primera instancia: cásate, compórtate, no malgastes, céntrate… Pero, aunque sean esas las disposiciones del duque, nada nos garantiza que sea así cómo los hermanos afronten la situación. ¿O sí?
Habrá que ver qué pasa en cada una de sus historias, porque ya os digo que puede suceder de todo y las cosas, en mis novelas, a veces no son lo que parecen. Por las sinopsis sabemos, no obstante, algo: Elena decide irse a Madrid a conquistar a un rico heredero; Simón está atado a un compromiso que detesta; Lidia, toda una dama, sentirá una pasión ardorosa por un mozo de cuadras; Beatriz se abocará a un matrimonio terrible; Diego se jugará el corazón y el dinero en una partida de cartas con una marquesa viuda; y la pequeña Alba se cruzará con un viajero de lo más interesante.
Sinceramente, estoy muy feliz con el transcurso de estas historias. Son todas muy diferentes entre sí y, como escritora, están suponiendo todo un ejercicio literario.
Me encanta la perspectiva de que de El Azahar puedan salir más series vinculadas al futuro de la familia, o incluso al pasado. Adoro a los Alborada. He conectado muchísimo con ellos. Ojalá fueran veinte hermanos, porque escribiría veinte historias y no me cansaría.
Por otro lado, Leire Narváez es una mujer fuerte y decidida. Hija única y sin hermanos, tomó la decisión de seguir con la industria familiar a pesar de la sociedad y los prejuicios. Ella, además, tiene un pasado que la persigue y no la quiere soltar. ¿Cómo era la situación de las mujeres en el s. XIX en España en cuanto a su vida familiar? ¿Había otras «Leires» en aquel momento dirigiendo industrias?
La mujer era primero hija devota, después esposa fiel y más tarde, madre amantísima. Son los tres estados en los que vivía. Y esto no deja de ser dramático porque se casaban bastante jóvenes y la mortandad en el parto, sobre todo hasta finales del siglo XIX-principios del XX que no se implementaron ciertas medidas higiénicas, era terriblemente elevada, lo que quiere decir que reducían toda su vida a algo que podía llevarlas a la muerte con facilidad. Pero así era su existencia. El matrimonio en la mayoría de los casos no era más que otra forma de preservar la economía familiar. Las damas de la época eran instruidas para ser el ángel del hogar, su guardia y custodia. Garante de su paz y su inviolabilidad. Y frente al mundo exterior, tan convulso y sucio, ellas debían mantener en todo momento un espacio idílico para su familia y su esposo. Las de clase acomodada eran leídas y se las instruía en pintura, música, lengua y en todo aquello que sirviera al propósito de su imagen de dama culta, aunque sin que su inteligencia supusiera nunca un arma ni las hiciese parecer arrogantes. Ya sabéis. Tenían muchos entretenimientos, muchos lenguajes (que si el del abanico, que si el de las flores, que si el del pañuelo) y muchas normas sociales que aprender: horas de visita, formas de saludo, regalos que se podían aceptar en un cortejo y cuáles no… También había revistas para damas, y muchísimos bailes de sociedad. Casi de forma constante había alguna reunión a la que acudir. Aburridas, no estaban, desde luego. Y las de clase más baja, pues faenaban de sol a sol, así que tampoco lo estarían.
Con la llegada de la revolución industrial, de la burguesía y de todos esos movimientos sociales inherentes a este siglo, muchas cosas se democratizan y muchas mujeres entran al mundo laboral de forma más directa y asidua. Porque las mujeres han trabajado de toda la vida, no nos llevemos a engaño. Dentro o fuera de la casa. Y, en cualquier caso, también eran hijas, esposas y madres. Siempre con eso a cuestas. Algo hermoso si es deseado, pero que no lo debía de ser tanto cuando era impuesto.
No obstante, como en todas las épocas, siempre ha habido quien saque los pies del tiesto y decida que quiere hacer lo opuesto a lo que se espera de ella, y tenemos muchos ejemplos de damas que pudieron dedicarse a algo más que al matrimonio y a los hijos, y pudieron estudiar cosas o tener oficios históricamente reservados a hombres. Bien porque sus propias familias les dieron esa libertad —sus maridos en muchos casos fueron grandes aliados, como podría ser el caso de Samuel con Leire— bien porque decidieron buscarla por sí solas o porque aprovecharon su viudedad para ello.
Con respecto a la segunda pregunta: Sí, había muchas «Leires» dirigiendo negocios, no necesariamente industrias, y a poco que se haga una búsqueda salen nombres. Desde refinerías, hasta azucareras, fábricas textiles… Algunas fundaban sus negocios junto a socios, otras tomaban las riendas a la muerte de sus padres o de sus esposos; y otras, más avezadas, se lanzaban a negocios por sí solas, que no habían estado vinculados antes a su familia de ninguna forma. Algunas fueron inventoras o dirigieron establecimientos muy importantes. Tenían vidas tremendamente importantes. En Instagram, de hecho, cada semana subo un post sobre «Señoras Decimonónicas» hablando de mujeres del XIX que fueron relevantes, y tengo muchas así en la recámara. Me apasiona hablar de ellas y rendirles homenaje. Allanaron el camino para que pudiéramos pasar y les estaré eternamente agradecida.
El encuentro de Samuel y Leire en Málaga es explosivo y muy divertido. Son dos personas con carácter fuerte y orgullosas que nos regalan multitud de escenas con comentarios ingeniosos y mordaces. ¿Fue difícil preparar estas escenas? ¿Cuánto hay tuyo en la personalidad de Leire?
Qué va. En absoluto difícil. Eso salió solo. Y me eché unas risas… Suelo escribir de noche, así que imagina… Los vecinos dirán: «De qué se ríe esa loca a las tres de la mañana». Pues de las tonterías que sueltan mis personajes.
Escribir diálogos es una de las cosas que más me gusta, porque permite conocer a los personajes de una forma bastante directa. Por la boca, dicen, muere el pez. Y ellos, para bien o para mal, también son esclavos de sus palabras. Me divertí un montón. Ojalá escribir alguna cosa más con ellos, porque menudos son. Fue precioso ver cómo se construía esa relación y, cómo, poco a poco, a pesar de que ya no se «odiaban» como al principio, seguían diciéndose cosas para chincharse, porque ellos son así. Qué bonicos.
Con respecto a ¿qué hay de mí en Leire? Muchísimo. Es fuerte, luchadora, no se rinde. Aprieta los dientes y tira para adelante. Y le da igual el obstáculo que tenga frente a ella. Si hay que saltar… salta. Creo que Leire es la clase de mujer que yo sería en su situación. No me habría conformado con dejar que otros llevasen las riendas. No me gusta delegar, ni claudicar. Lo de rendirme lo llevo mal. Leire no se calla una y a mí en la vida me pasa un tanto como a ella. Para bien o para mal. Ja, ja. Además, como personaje femenino, creo que es uno de los mejores que he perfilado y me gusta pensar que es gracias a mujeres como ella, con su fortaleza de carácter, que hoy en día estamos dónde estamos. Creo también que se complementa genial con Samuel y esa es la magia, que por separado funcionan increíblemente bien y, cuando se juntan, ya forman algo apasionante. Están hechos el uno para el otro.
El personaje de Rafael Vergara, aunque parece secundario, es el contrapunto perfecto a esta pareja. Es el que atrae a los inversores y el que trata de poner sentido común en la cabeza de su primo Samuel, duque de Alborada. Háblanos sobre su importancia en el desarrollo de la historia.
Rafael. Ay, Rafael. Es esa persona a la que siempre querrías tener al lado. De verdad. Lleva «Lealtad» como segundo nombre. Cuando surge la problemática de los Alborada y su inminente ruina, surge la solución de la inversión, ¿y quién mejor para llevar a Samuel por ese camino que su primo? Nadie. Pero es que su primo no es un cualquiera. Es uno de los personajes más relevantes de la burguesía malagueña de la época. Y es un personaje con el que yo ya he trabajado y al que ya he perfilado en una novela anterior: El Lobo y la Rosa, la primera de la serie Destinos en la Tormenta. Es el hermano de Victoria de Vergara, la protagonista de esa novela. Los Alborada son familia de los Vergara por parte de madre, siendo su segundo apellido Teruel en ambos casos. Esto son cosas que me fascina hacer. Suelo trabajar mucho las relaciones entre los personajes creando al final árboles genealógicos en el que los linajes se entrelazan. En general, los personajes suelen tener relación entre sí —no tiene por qué ser consanguínea— y cuando has leído varias de mis historias empiezas a ver las uniones y esos árboles que se extienden desde las novelas históricas hasta las novelas contemporáneas; es algo que suele gustar a los lectores.
El caso es que es un personaje muy importante y sin él la novela no habría funcionado igual. Porque Rafael, dada su historia, tiene virtudes muy significativas: cabeza para los negocios, un corazón muy grande para asuntos del amor y está libre de prejuicios de clase o género, por ciertos aspectos de su pasado y el de su familia que no os cuento porque os destripo Destinos en la Tormenta. Y eso es justo lo que Samuel necesita: alguien que tenga ese pensamiento para que lo ayude a dar el paso. Creo que se complementan muy bien y que nos han dado momentos geniales en la historia. Me encantan cuando están juntos. Es como si pudiera verlos por un agujerito. Me los imagino de ancianos, sentados en los jardines o paseando por el puerto, rememorando los días en los que salían de vinos.
Como anécdota contaré que las lectoras me han pedido que escriba la novela de Rafael a raíz de leer El Lobo y la Rosa. Ya veremos qué hago. Tengo muchas historias que contar.
Luisa, doncella de Leire, tiene unas ideas muy definidas de cómo debe ser una dama y de lo que debería hacer su señora respecto al pasado que la atormenta. Al final de la novela entendemos muchas cosas que antes no estaban tan claras. Sin embargo, ella es un representante perfecto de la mentalidad y los prejuicios de la época sobre las mujeres.
Así es. Luisa es el perfecto ejemplo de todas esas cosas que metían en la cabeza a las mujeres de esa época, y de esta en muchos casos, porque por desgracia no son formas de pensar que se hayan perdido del todo. Es el ejemplo de cómo, en muchos casos, las mujeres han sido las enemigas de las mujeres, porque eran las que perpetuaban los roles impuestos de generación en generación: por miedo, por costumbre, por sus propias ideas. Porque la sociedad las había enseñado a que eso era lo correcto. A que el hombre disponía y ellas solo acataban. Eran las que educaban a sus hijas a ser esposas y madres; a no salirse de ese círculo vicioso. Eran las que tenían que cortar las alas antes de echar a volar porque a ellas tampoco las dejaron hacerlo. Y es muy triste que algo cale tan dentro de ti como para que no te des cuenta de que estás perpetuando tu propia infelicidad a través de generaciones y de que no solo estás haciéndote daño a ti misma, también estás haciendo daño a alguien que siente como tú y que tiene la necesidad de ser feliz. Pero eran esclavas de sus circunstancias y no podemos juzgarlas, porque nosotras somos, en muchos casos, unas privilegiadas. Y eso que queda muchísimo por andar. Muchísimo.
A lo largo de la historia van cayendo pequeñas pistas que van acumulándose en la balanza de la tensión y el peligro hasta que, al final, tenemos un desenlace radical. ¿Sabías que querías terminar de esa forma el libro o hubo momentos en los que los personajes trataron de tomar el mando?
Los personajes siempre andan liándola, no nos llevemos a equívoco. Mandan ellos, aunque digamos que los escritores somos nosotros. Esto es como los dueños de los gatos. No, perdona, el señor de la casa es el gato. Fuera bromas. La verdad es que teniendo en cuenta los siguientes factores de esta serie: son novelas muy cortas, el tiempo de entrega de una a otra también lo es, y hay que ir al grano; una no se puede permitir divagar mucho porque se le van las cosas de las manos y a ver cómo las arregla. Tengo poco espacio para contar la historia y hay que abreviar. Digamos que el punto a y el punto b estaban definidos desde el inicio y las piezas del puzle puestas en la mesa. Lo que sí he dejado que me cuenten los personajes es cómo se van conociendo y cuándo quieren llegar a conocerse más. No sé si me explico. En su relación, ellos mandan. En lo que sucede a su alrededor, mando yo.
Se suele decir que cada uno es el héroe de su propia historia y que los villanos, en su cabeza, son los buenos. No voy a revelar mucho más, pero ¿crees que en tu historia es así?
Creo que no hay héroes ni villanos, solo gente haciendo lo posible por sobrevivir y por llevarse el gato al agua. Que lo que hagan por sobrevivir esté mal desde el punto de vista moral, eso ya es otra historia y dejo que el lector juzgue.
El final de la novela no es el final de la historia. Sabemos que hay mucho más que contar a partir de ese punto. ¿Nos puedes dar alguna pincelada de lo que puede suceder en otros volúmenes de la saga?
Puedo chivaros que Samuel y Leire aparecen de nuevo. Vamos a saber qué pasa cuando Samuel vuelve a El Azahar, sí, aunque sea un poquito. ¿En qué historia? Eso no os lo chivo. En cualquier caso, son cameos, porque lo importante en las otras novelas son las parejas de esas novelas. Y también decir que todas las historias son emocionantes a su manera; muy distintas entre sí, pero también con su punto de aventura, románticas y hermosas, y que hay algunos giros interesantes que nadie espera. O al menos ninguna de mis lectoras cero se los han esperado. A ver qué pasa con los demás. Espero que las leáis y os gusten. Que además son en digital y super económicas.
Para terminar, cuéntanos algo sobre lo que estás trabajando ahora.
Estoy trabajando en una máquina del tiempo que me permita duplicar las horas del día, porque solo así llegaré a todo lo que quiero hacer. ¿Inviertes conmigo? Ja, ja. En serio. Aparte de en todas las antologías, la Horda y demás, estoy con las últimas novelas de esta serie, con las últimas también de la serie Júpiter en Saturno y, con algo entre manos que sale a finales de año, también de romántica, y de lo que todavía no puedo hablar y para lo que me estoy documentando. Ah, y ultimando De Cuervos y Lobos que sale ahora en mayo de la mano de Insomnia Ediciones. Así que, como ves, necesito esa máquina como el agua.
Se abrió la puerta de la cafetería y el cochero se acercó a Zahara. Le dijo algo al oído y salió hacia el carruaje.
―Me temo que vamos a tener que dejarlo aquí. Tengo una cita con la familia Alborada. Elena va a emprender viaje a Madrid y quiero despedirla. ―Se levantó y se colocó el vestido.
―Creo que tenemos suficiente, muchas gracias por la entrevista ―acerté a decir.
Se acercó, me hizo una caricia en la mejilla, me regaló una sonrisa y se alejó despacio. Por la ventana pude ver cómo subía de nuevo al carruaje y se alejaba hacia el horizonte.
Decidí que no me lavaría la cara en varios días.
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